* No es la realidad sino la ambición de los líderes de oposición lo que complica tirar a Morena.
Si algo quedó demostrado en 5 de junio es que ni la barredora Morena ni los líderes de los partidos de oposición ni los gobernadores están interesados en fundar una verdadera democracia.
Morena, que realmente debería llamarse “movimiento de degradación nacional”, utilizó todas las chapucerías que aprendieron cuando hacían sus pinitos en el PRI hegemónico.
Obviamente los candidatos de Morena fueron seleccionados en forma democrática de una lista de barberos o idiotas útiles por Andrés, por Manuel, por López y por Obrador.
El proyecto del macuspano no incluye gobernadores progresistas que dejen la zalea trabajando en favor de sus gobernados, sino incluye lacayos que garanticen lealtad ciega a su líder.
Del otro lado, gobernadores como Francisco García Cabeza de Vaca, Alejandro Murat, Omar Fayad, tampoco fueron por la democracia sino jugaron a negociar borrón y cuenta nueva.
Cabeza puso a su lugarteniente y logró imponerlo a la alianza, mientras Murat y Fayad hace rato que parecen convencidos que AMLO da más sombra y patentes de corzo.
En Quintana Roo, Carlos Joaquín González impulsó a su aliada Mara Lezama hacia la aplanadora Morena, porque el verdadero partido de ambos no es electoral sino delincuencial.
Pero no mejores fueron las dirigencias del PAN, PRI y el moribundo PRD, pues en lugar de alimentar candidatos con una oferta seductora jugaron a preservar su futuro político.
En todo el mundo las democracias no tienen mayor enemigo que los ciudadanos que nunca acuden a votar y que permiten que las minorías se conviertan en mayorías en el gobierno.
Pero en todo el mundo las oposiciones saben que llevar a las urnas a la mayor parte posible de esos ciudadanos democráticamente disfuncionales es el triunfo electoral.
El fracaso del partido en el poder fue el mismo que el de los partidos de Vamos por México: Millones de electores (50%) no encontraron la razón de sacrificar una hora dominical para ir a votar.
Con partidos opositores cuyas dirigencias anuncian con bombo y platillo una alianza, pero rogándole a Dios no tener que sacrificar sus propios privilegios, no puede haber grandes resultados.
Y mientras en Durango ganó el priista que perdió por poco hace seis años, en Aguascalientes claramente ganó el panismo y la continuidad con Tere Jiménez.
Tras la elección queda claro que las marcas PRI y PRD ya van rumbo al basurero de la historia y como dijo aquel arriero disculpando a sus mulas: Ya dieron lo que habían de dar.
Complicado luce el 2024, si hubiera elección, no por AMLO sino por el desatino de dirigentes opositores que lejos de corregir festejan que, como diría el clásico, no se las dejaron ir…
Lejos de mostrar coherencia, de convocar a un plan de rescate del país que hunde López y llamar la atención con foros nacionales y candidatos frescos, lo que surge son las aspiraciones personales.
Solamente Alito Moreno y Marko Cortés pueden reconocer en el espejo a un posible candidato a la presidencia de la República, mientras Chucho Zambrano quiere democracia sin soltarse del mecate.
Las encuestas muestran que la gente tiene amor, aprecio o lástima por López Obrador, pero que no gusta su forma de gobernar y no ven buenos resultados ni buenas decisiones.
En encuestas recientes en promedio el 60 por ciento de los ciudadanos evalúan positivamente al macuspano, pero reprueban la inseguridad pública, la debacle de la salud.
El único proyecto de gobierno que el tabasqueño ha seguido en forma consistente, es la de apropiarse de los poderes y destruir a todos los órganos autónomos de control.
Fuera de su “hoguera de las vanidades” y su intención de matar de financiación al aparato gubernamental, el tabasqueño solamente piensa en el sufragio afectado con la reelección
La oposición podría avanzar mostrando los fracasos: El Insabi, el Banco del Bienestar, el manejo de la pandemia, la educación, su aeromuerto, la carestía, el amor por los narcodictadores.
La gente puede no tener el dato de que el producto interno bruto per cápita perdió más de 10 mil pesos anuales por ciudadano en promedio, pero siente que las cosas van mal.
Así que estructurar un programa de gobierno que prometa desfacer los entuertos y una figura carismática que despierte la esperanza parece incluso sencillo, pero no con líderes partidistas que quieren seguir en la palestra.
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