En materia de seguridad, Querétaro afortunadamente está lejos de ser una zona roja, tal y como lo hemos dicho en espacios anteriores, pero también es verdad que estamos cada vez con más acontecimientos.
Querétaro, dejó de ser ese ‘puebloquieto’, donde lo más excitante que pasaba por las carreteras estatales era un contingente de calderas gigantes (dato 100 por ciento real); los golpes al avispero y los sucesos que todavía -según nos dicen las autoridades-, son perpetrados por “gente de fuera”, son cada vez más fuertes y sintomáticos.
El gobernador del estado, ha dicho que no existen indicios de crimen organizado asentado en el territorio estatal, los datos fríos parecen darle la razón. Los hechos de violencia, sin embargo, no son menores por no contener tintes de narcotráfico y como sociedad no podemos dejar que se nos vuelvan cotidianos.
Casos como el homicidio del empresario, Armando Coello Arroyo, quien fuera dueño del zoológico Wamerú, en donde la fiscalía ha señalado que por lo menos seis personas participaron y planearon el delito, y que de estos, en su mayoría eran de fuera deja un motivo de alerta.
Ayer, un empresario más fue encontrado sin vida: el dueño de La Selva Taurina, Alfredo González Rivas. Los hechos se suscitaron durante la tarde de este lunes en su domicilio del fraccionamiento La Granja, al surponiente de la ciudad; sin embargo, fue hasta este martes cuando el Fiscal confirmó que se trató de un homicidio.
Así fue manejado en varios medios de comunicación; sin embargo, sabemos que hay dos trabajos encontrados cuando se trata de manejar la información de esta naturaleza. Por un lado, los medios con su deber de corroborar la información y la urgencia de la inmediatez con la que deben trabajar. Por otro lado, la Fiscalía con su responsabilidad para realizar los peritajes correspondientes y no afectar el debido proceso de las investigaciones. Se entienden las dos posturas, pero ninguna parte parece haber encontrado un punto medio para evitar que los ciudadanos caigamos en especulaciones.
Y ante la responsabilidad mediática, también quedan los acontecimientos del pasado 10 de junio en la avenida 5 de febrero, cuando un centenar de personas entre organizaciones, estudiantes e indígenas, protestaron a las afueras de la Comisión Estatal de Aguas y bloquearon por completo –y esto es importante, por completo- la vialidad en ambos sentidos, norte a sur y sur a norte por más de 30 minutos.
Por supuesto, la manifestación que protestaba por la nueva ley de aguas y el antiquísimo caso del pozo de la comunidad de Santiago Mexquititlán, estranguló a la ciudad entera y se combinó el hambre con las ganas de comer: es decir, por un lado las autoridades tuvieron poca capacidad para propiciar el diálogo y por la otra, la efervescencia de la manifestación llegó a un punto, en el que la masa enardecida no aceptó apertura alguna para lograr un acuerdo.
Si la actuación de la autoridad estuvo justificada o no, es el gran debate que se abre respecto a la manifestación. Aquí algunas consideraciones: hace un par de meses, la Asociación Mexicana de Organizaciones de Transportistas (AMOTAC), cerró en Querétaro la carretera federal 57 a la altura del Papanoa, entonces, por qué en una sí llegaron granaderos y en otra no.
Dicho de viva voz por los propios transportistas, ellos ya saben que, si cierran la circulación en su totalidad, serán remitidos al ministerio público, por eso estacionan sus autobuses en un solo carril. De todos modos desquician el tráfico, pero evitan ser acusados de interferir con el derecho a la movilidad. De hecho, los detenidos durante el pasado viernes son acusados por la posible comisión de los delitos contra la seguridad, el normal funcionamiento de los medios de transporte y de las vías de comunicación.
Entonces, aunque pacífica en cuanto a violencia, la manifestación por cerrar el paso, sí incurría en delitos, luego viene el análisis del actuar de las autoridades: Era necesario retirarlos con granaderos, no había otra forma y además de retirarlos, era necesario detenerlos, jalonearlos, golpearlos y llevárselos. ¿Los primeros que soltaron un golpe fueron los manifestantes? ¿Hubo resistencia al arresto? Bueno, para eso ya se inició una investigación en la Defensoría Estatal de los Derechos Humanos (DDHQ), que tendrá la difícil tarea de esclarecer todo esto.
Y de este conflicto que ha traído muchísimas consecuencias, algo que pende de un hilo es la relación entre la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), con el gobierno estatal.
Resulta que la rectora, Teresa García Gasca, acusó al gobierno estatal, en particular a la CEA, de iniciar repercusiones como el señalar un eventual adeudo de la máxima casa de estudios por concepto de servicio de agua potable, luego de fijar una postura crítica contra la Ley de Aguas.
Sin embargo, entre los dimes y diretes, y desde luego, sin señalar si la rectora tiene razón en sostener que la UAQ está exenta del pago de este servicio, el pleito ha ido escalando de tono y será una lucha que puede dilapidar algo que a la misma Teresa García le costó mucho construir, que fue una buena y respetuosa relación, que hace tiempo no se veía, entre la universidad y las autoridades.
Sus antecesores -y no se diga Gilberto Herrera con Pancho Domínguez-, no son del todo institucionales cuando se trata de su relación con las autoridades, desde las marchas estudiantiles por el transporte público en los 90, la UAQ y el gobierno sostenían un vínculo con pincitas. Sin embargo, la rectora llegó a deslindarse de esta historia y a construir un diálogo que a la postre, le fructificó en que en este 2022, fue el primer año que le dieron a la UAQ, justamente el presupuesto que quería. Algo que jamás se había visto y que es algo que puede presumir la actual administración, pero también, la actual rectoría.
Para algunos perspicaces, la ruta de confrontación que ha trazado García Gasca, ha tenido a varios asesores en su equipo que ya están pensando más en el proceso de sucesión de rectoría, que en el bien de la universidad. Los directores también empiezan a salirse del huacal y no en balde su posicionamiento tuvo poco eco. La mejor opinión como siempre, la tiene usted.