Cuando veo que el equipo del Frente que impulsa la candidatura de Ricardo Anaya reportó al INE haber gastado 81 millones de pesos en encuestas y en publicidad por Internet, desde luego que, como a usted, la cosa me pone mal.
Estamos viviendo dos mundos políticos que ya casi no se tocan. El de la realidad real y el de la realidad virtual. La política digital, la de las redes sociales e Internet, ¿tiene algo que ver con lo que necesita saber la ciudadanía mexicana para construir la democracia? Muy poco.
El dinero público de las elecciones se ha ido moviendo a dos ámbitos etéreos. Si en los medios electrónicos nuestra capacidad de recordación de un anuncio apenas si es de cinco por ciento, en los digitales me atrevería a decir que se acerca al cero. Es un accesorio, un gasto inútil. Está ahí como presencia. Nadie le hace caso.
En lo que se refiere a las encuestas, bien sabemos que dicen lo que el patrocinador quiere oír. O lo que quiere que oigan otros. Es un disparate apostarle a buscar el poder en base a lo que pudiera sonar como opinión pública.
La inducción de la respuesta en las encuestas me recuerda un chiste que circula ahora, justamente, en las redes. “Pepito” hizo la encuesta que les pidió la maestra que llevaran a cabo, para saber las preferencias electorales de los alumnos. Contra las predicciones de si Meade, AMLO o Anaya iban adelante, “Pepito” dijo que en su encuesta telefónica la ganadora había sido su mamá. Y es que hizo la pregunta de las dos a las cuatro de la madrugada…
Es una exigencia nacional que los dinerales que se gastan los partidos se reorienten, ya, a otros ámbitos, como, por ejemplo, la educación digital entre los menores. Para que se construya en México una sociedad decente, una comunidad civilizada. Si no somos capaces de competir limpiamente para llegar a ganar un puesto de elección popular, es porque no merecemos ese puesto. El dinero compra todo, excepto la conciencia. Es la conciencia ciudadana, cívica, digital, medioambiental, la que debemos educar.