El día llegó en que el Presidente Andrés López, tuvo que salir del país, para ir a los Estados Unidos a pagar favores políticos a su homólogo, Donald Trump.
El viaje se realiza en el contexto de que México está sumido en uno de sus peores momentos en todos los rubros posibles, económico, social y, con la pandemia, crisis sanitaria sin precedentes.
Hay varios puntos en este viaje que podemos considerar para el análisis, por ejemplo, el presidente López, nunca se hizo la prueba de coronavirus a pesar de que algunos de sus colaboradores más cercanos contrajeron el virus y por algún asunto de superioridad o como diría el próximo sacrificado de la 4T, el omiso López Gatell “la fuerza del presidente es moral”.
Finalmente el presidente se tuvo que hacer la prueba, obligado por los protocolos de salubridad del país vecino y no sólo eso, sino que lo vimos por vez primera, portando un cubrebocas.
Algo nos quedó claro de estoque en el vecino país la ley se respeta, que incluso la fuerza moral del presidente tiene que acatarla.
Es como muchos que conozco, que aquí tiran basura, se pasan los altos y demás infracciones menores, pero llegando a la unión americana, se vuelven de conducta intachable.
Así que, amigas y amigos, el tlatoani, el iluminado, el mesías tropical y el Moisés de Macuspana, el poder y la fuerza moral del presidente simplemente no operan, cruzando las fronteras.
López se presenta como amigo del pueblo (véase Jean Paul Marat) y a la vez se erige como el heredero de Juárez y Madero, lo que hace sentir a sus clientelas cercanas a él, que en cualquier momento abrirán la puerta de su casa y ahí estará él, dispuesto a comer con ellos frijoles, torillas y sal.
Por eso el fanatismo, por eso le perdonan todo, la retórica, las mentiras, pues el poder del presidente esté ligado a esas emociones, a esa cercanía, a lo irracional.
Por eso se expone a la crítica, porque la oposición es pequeñita, juegan su propio juego y en Palacio están muy contentos con eso, pues quien habita ahí, vive de agitar el fuego.
Tan es así que una de las declaraciones que hizo el presidente de manera burlona, porque sabe que la oposición danza al son que les toque fue que les fallaron los pronósticos, pues “no nos peleamos”. Obviamente que no iba a suceder.
Otro de los puntos es que (casualmente) se anunció la detención del ex mandatario de Chihuahua, César Duarte en Florida, como ofrenda al pueblo de México.
Esto es sin duda un apoyo del país de las barras y las estrellas al gobierno de López, que bien le viene es estos tiempos difíciles. Veremos a que costo.
Y como lo hemos dicho en este espacio, para decir lo que hace bien el presidente tiene su séquito de clientelas y bots; sin embargo, el discurso que dio en la Casa Blanca, se me hace lo mejor que ha hecho y dicho en estos años de Gobierno. No vamos a entrar en detalles y está disponible en la web para quien lo quiera consultar.
Aunque no estuvo carente de disparates como:
“Pero lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía”…
O que tal éste…
“Quise estar aquí para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos”.
O éste…
“Hemos recibido de usted comprensión y respeto”.
Y éste…
“Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto”.
Sin embargo, los problemas en los que está sumido nuestro país, siguen, la economía es un desastre, la violencia no para y la curva de la pandemia, lejos de aplanarse se cierra. Aquí la retórica cada vez le alcanza menos.
En resumen, ayer vimos a un presidente de México, haciendo campaña al presidente de Estados Unidos, al más racista, anti mexicano, amigo del KKK y otras barbaridades que seguro ustedes saben o conocen mejor que yo.
La suerte está echada: AMLO votó por Trump.
¿Y si gana Biden?
Tiempo al tiempo.