Una vez que ha quedado claro que en Querétaro comenzaremos con el regreso a la normalidad el próximo miércoles 17 de junio y que diversos sectores productivos volverán a la actividad, con algunas restricciones; vale la pena tener en perspectiva el tema de la protección más allá del contagio.
Este viernes 12 de junio se conmemoró en el mundo el día mundial contra el trabajo infantil y a propósito, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) publicaron un informe al respecto.
La perspectiva planteada por ambos organismos no es nada halagüeña pues alerta que millones de niños y niñas en el mundo corren el riesgo de tener que realizar trabajo infantil como consecuencia de la crisis del COVID-19, lo que podría propiciar un aumento del trabajo infantil por primera vez tras veinte años de avances.
Según el informe ‘COVID-19 y el trabajo infantil: período de crisis, momento para actuar’, el trabajo infantil ha disminuido en 94 millones desde 2000, una mejora que ahora podría verse amenazada.
El documento señala que los niños que ya trabajan podrían tener que hacerlo durante más horas, o en peores condiciones.
“Muchos de ellos podrían verse obligados a realizar las peores formas de trabajo, lo que causaría un daño significativo a su salud y a su seguridad”, señala el documento. Habida cuenta de las graves consecuencias de la pandemia en los ingresos de las familias, muchas de estas, al no tener apoyo alguno, podrían recurrir al trabajo infantil», afirma en el informe Guy Ryder, Director General de la OIT.
Esta perspectiva global permite observar las dificultades que tendrá la sociedad mundial para proteger a ese otro sector de la población que resultará afectado por la pandemia.
Pero si aterrizamos la problemática a México, entonces podemos dimensionarla y tratar, en la medida de lo posible, de minimizarla, aunque, en este caso, la mayor responsabilidad para cuidar que esto no suceda es de las autoridades.
Pero veamos, de acuerdo con la OIT y la UNICEF, en México, el 7.1 por ciento de los más de 29 millones de niños, niñas y adolescentes que tienen entre 5 y 17, es decir 2.1 millones de niños y niñas, realizan trabajos no permitidos, como labores domésticas en condiciones no adecuadas.
De ellos y ellas, 1.2 millones llevan a cabo trabajo clasificado como peligroso o con exposición a riesgos, y más de 800 mil tienen menos de 15 años, la edad mínima de admisión al empleo, según la legislación mexicana.
En México, la tasa de trabajo infantil es casi el doble en las áreas rurales, respecto de las áreas urbanas, lo que indica que la mayoría de los niños y niñas que trabajan lo hacen en el sector agrícola. También, involucra más a hombres que a mujeres (73.2% son niños y 26.8% son niñas), aunque posiblemente se está invisibilizando el trabajo doméstico y de cuidados que afecta desproporcionalmente a las niñas y mujeres.
Estos números y datos deberían alertarnos como sociedad y a las autoridades deberían prepararlas para cuidar que no se abuse de los menores en un entorno de inseguridad, riesgo sanitario y explotación laboral. Digo.
El último párrafo. Entre la BOA presidencial y su maniquea afirmación de que en México son tiempos de definición y que, o se está con su transformación o se está contra ella, le queda muy poco margen de maniobra al gobierno federal. Leo, percibo, advierto desesperación y desequilibrio emocional en una administración que no encuentra el rumbo para manejar las crisis, quizás porque no es lo mismo provocar que conciliar; en otras palabras, no es lo mismo ser borracho que cantinero. Les digo.
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