Mirador

Abulia por el Congreso

Entiendo muy bien que la sociedad mexicana no era arisca y que los palos de la corrupción, la haraganería, el compadrazgo y la falta de gestión efectiva por parte de diputados y senadores tiene buena parte de culpa en lo que tenemos hoy por participación ciudadana en las elecciones legislativas de cada tres y seis años en México.

Pero eso es una parte.  Quizá significativa, pero solamente una parte.  La otra –que en estos próximos comicios debería desaparecer—es la poca información que tenemos sobre quienes nos representan en el ambas cámaras.

Una reciente encuesta online de la empresa Ipsos da a conocer la realidad del conocimiento de los ciudadanos con respecto a sus representantes populares en la Cámara Baja y en la Cámara Alta: 16 por ciento de los encuestados dijeron conocer quién era el diputado de su Distrito, mientras que 13 por ciento dijeron que conocían a un senador de su Estado.

Pero cuando los que conocen quiénes son sus diputados y senadores fueron cuestionados acerca de las iniciativas que éstos y aquéllos (hombres y mujeres) habían defendido o habían votado en contra en sus respectivas funciones, casi nadie pudo dar una respuesta.

En efecto, usted y yo, la mayoría de los mexicanos, conocemos muy poco de la acción del poder legislativo, uno de los tres poderes en el sistema de contrapesos y balanzas que hemos definido para nuestro país (y que no funciona).  Atraídos, solamente, por la desviación informativa que centra su objetivo en demostrar las corruptelas, los contubernios y los dislates de ambas cámaras, hemos decidido que “no sirven para nada”.

Y sirven –o deberían servir—para mucho más que alzar el dedo, tomar a patadas la tribuna o comer tortas durante las sesiones.  Es, justamente ahí, donde se hacen las leyes, se aprueban las iniciativas, se protege a la sociedad, se defiende la soberanía, se impulsa el progreso.

Desde luego, “la ley no hace al hombre bueno”, pero ayuda mucho.  Sobre todo ayuda para construir una sociedad decente y una sociedad civilizada (donde, según Margalit, los ciudadanos no sean humillados por las autoridades y no se humillen entre sí).

Creo que está muy cerca el tiempo del cambio.  Dejar de fijar solamente la atención en los tres candidatos con partido y la candidata sin partido a la presidencia, y restablecer con el voto el contrapeso y la balanza que necesitamos para que no nos vuelvan a chamuscar en el infierno de una democracia que ha devenido partidocracia, y una dictadura con ropajes de república.  Que es lo que tenemos hoy.

 

Redacción El Queretano

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