Así parece que va caminando el proceso de transición entre el Gobierno actual todavía encabezado por Enrique Peña Nieto y el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Estamos presenciando hechos históricos, desde el regreso de la maestra Elba Esther Gordillo a la política, hasta las reuniones entre los “presidentes de México”, que dicho sea de paso, la maestra fue tema de conversación para los “presidentes”.
A estas alturas cabría mencionar, quién gobierna en el fondo y quién en la forma, o solo son conspiraciones en el subconsciente colectivo para hacer parecer un circo de siete pistas.
En días recientes, como decía anteriormente, estamos presenciando hechos históricos y, en palacio nacional, los equipos de “los presidentes” se reunieron, encabezados por sus líderes, Andrés “El Bueno” y “Enrique, el malo”.
Andrés, el bueno, llevó a su corte de funcionarios que formarán su gabinete, un hecho ya de por si histórico, pues fueron nombrados de manera muy anticipada, ya que la “tradición” indicaba que éstos fueran dados a conocer el día de cambio de banda.
Del otro lado, “Enrique el malo, encabezando un gabinete que ha dejado un país con más muertos en la historia, gasolinazos, casas blancas y un país que simplemente lo que demostró que quería era asegurarse de echarlos del gobierno, sea cual fuere el precio.
Y de repente el vacío de poder que se siente en este breve periodo de transición, se ve lleno como en los tiempos del gran Francisco Villa y Emiliano Zapata, (guardando tooooda proporción porque ni AMLO es Villa ni mucho menos EPN es Zapata o viceversa) quienes en una imagen bastante simbólica de la Revolución, parecían compartir la silla del águila.
Y aquí sin sentarse en una silla, en 2018 ahí estaban los dos “caudillos de la democracia moderna” en adulación mutua y en reconocer la vocación democrática del otro, y agradecerse mutuamente por los términos tan apacibles en los que se ha llevado esta transición, ha salido tan dócil como si ya hubiera sido hasta ensayada. En fin.
Los gabinetes se enfrentaban en una suerte de espejo, como un perverso “Volver al futuro”, pero esta vez sin El Doc ni McFly, cruzaban miradas unos a otros, otros fingían demencia, o no estar, o mirar al frente esperando que se acabara ese circo de dos pistas al que parece que fueron llevados a rastras, cabeza canas y rostros de semblante de acero, contra tecnócratas, que se veían o reflejados o asustados.
Lo más interesante es saber qué cruzó por los pensamientos de cada uno de los presentes, ¿cuál sería el retiro de los que se van? ¿Cuál será la suerte de los que llegan? ¿El pueblo es el supremo sabio? ¿La reforma educativa va o no va?
La fotografía ahí está, un cambio generacional, un cambio de gobierno, un cambio de rumbo.
Así pues Andrés “El bueno” y “Enrique el malo”, seguirán destilando miel para calmar al tigre y tener todo listo para que la transición navegue en arroyos de refresco de limón.
“Andrés el bueno”, ya no se fue a “la chingada”, ya está más que instalado en palacio nacional y dando unos empujones leves pero contundentes a “Enrique el malo” para que le vaya haciendo un lugar en la silla del Águila.
“Enrique el malo”, pensará lo que será la vida de ex presidente, ahora sin pensión y donde podrá vivir sin que la sombra de su imperio (y el que se quedó), no lo consuma. Seguro prefiere la blancura de la casa, de la arena de la península, no sé, seguro lo está pensando.
Decía mi abuela que “No por madrugar se traga más pinole” o “Dios le ayuda al que se ahoga… o si tienes más saliva amanece más temprano”. ¿O cómo era?
En Palacio Nacional se oyó decir allá por la puerta de atrás, por la cocina…
«Las penas con pan son buenas… y con mantequilla, huum, huum»
Sin PAN, ha de amargar un poquito.
Tiempo al tiempo.