Querétaro, cuna de la independencia mexicana, cuenta con un acervo importante de elementos históricos que le han hecho ganarse a pulso ese mote; la existencia del grupo de conspiradores y de personajes ilustres que se desprenden de estos lares, para sumarse a los pilares que consolidaron el inicio de nuestra patria como nación independiente comprometen la historia nacional a resultar inconcebible sin aquellos queretanos y sus justas.
Sin embargo y muy a pesar de todo, existen hombres y nombres que poco figuran en las doradas líneas independentistas y su reconocimiento se encuentra lejano a lo alícuota si aplicáramos aquella frase bíblica “por sus frutos los conoceréis”, misma que de tomarse como slogan de alguna campaña patriótica aludiría sin duda a uno de los hombres que libraron aquella batalla con su herramienta más importante: la inteligencia.
Iniciador de los trabajos del Congreso Constituyente que instauró la República Federal con la Constitución de 1824, Miguel Ramón Sebastián Domínguez Alemán, se mantuvo siempre en la sombra de la sospecha. Por un lado , fue tachado de posible conspirador por parte del virreinato, quien lo nombrara Corregidor de Querétaro allá por el año de 1802 y por otro lado, el escrutinio público que dudaba de su sensata y real participación en el movimiento que, más tarde, separaría a nuestro país de la corona española, sola y únicamente por haber sido liberado tras su detención en 1813 y contar con algunos favores del virreinato.
A ocho años de haberse celebrado el bicentenario del inicio del movimiento separatista, la redacción de EL QUERETANO encontró, tras una larga y exhaustiva búsqueda, la crónica de la última entrevista que el otrora Corregidor mal otorgó al ilustre periodista Leonés, Archivaldo Fernando Ibargüengoitia y Paniagua, ya que abordar temas de la Independencia no estaba acordado, y la pospuso sobre la marcha, ante esto el periodista escribió lo que detallamos a continuación:
“Corría el 21 de octubre de 1830, quién diría que al siguiente día mi entrevistado pasaría a mejor vida, justo el mismo año en que Bolívar, como si fuera eso requisito de libertador. Él me esperaba ya a la entrada, con el característico abrigo negro y su mano al pecho -debo confesar que para un hombre de 74 años esa era una atención mayor- así pues, entramos al cuarto contiguo a la puerta principal, tenia ya todo listo, un par de tasas de té coronando una hermosa mesa barroca, donde procedí, cuadernillo en mano, a hacer lo que creía era la entrevista mas importante de mi vida, pues estuve frente a uno de los hombres que dieron nuevo destino a la nación”.
“La indicación era clara: hablar sobre su esposa, fallecida un año antes, no estaba en sus planes, aunque sí muy en los míos, lo que parecería aniquilar todo el ángulo que pudiera dar a esta tertulia, pero donde yacía la crisis, vislumbré la oportunidad de enmarcar a uno de los que para mí jugó uno de los papeles más importantes en el proceso separatista.
Don Miguel -con la voz a tope debido al éxtasis que me provocaba la situación- platíquenos de sus orígenes; y amablemente, aunque con voz dura, contóme:
– Nací en la Ciudad de México un 22 de Abril de 1756, mis padres Manuel Domínguez y Josefa Alemán, arribaron a la Nueva España procedentes de la península ibérica, para las fechas de mi natalicio me precedían ya 3 hermanos, mis años mozos carecieron de aventura alguna, mas allá de la de cualquier infante, lo interesante comienza al entrar al Colegio de San Ildefonso donde me titulé como abogado…
– Hablando de abogados – interrumpí de manera un tanto ruda- ¿Qué significó para usted pertenecer al Colegio de Abogados a tan temprana edad?
-¿Temprana edad? -contestó esbozando una sonrisa-, para los 19 un hombre ya debe saber que es hombre; sin embargo, considero fue un honor ganado en recompensa de mi andar.
– Dentro de los cargos que representó antes y después del movimiento insurgente, ¿Cuál le ha otorgado una mayor satisfacción?
-No quisiera atreverme a priorizar uno u otro, sin duda, ser Corregidor me permitió ampliar mi visión sobre lo que ocurría en la Nueva España en realidad, situación que me obligó a tomar una postura en 1805 con aquella carta al Virrey, posteriormente ser miembro suplente del Supremo Poder Ejecutivo del gobierno provisional que implementamos tras lograr corregir el disparate de tener como emperador a Iturbide, fue también un honor; pero mantengo mi compromiso con mi actual cargo al que fui designado desde 1824 como primer magistrado y presidente de la Suprema Corte de Justicia, y créame que en estos tiempos la justicia es cosa sería porque… -en ese momento su voz comenzó a volverse más lejana-.
Don Miguel Domínguez continuó detallando situaciones y anécdotas mientras mi mente solo podía pensar en hacerle verdaderas preguntas sobre su contribución a la insurrección, pero me preocupaba que mencionar el tema nos llevase a mencionar a su finada cónyuge y acabará ahí la entrevista; sin embargo, escuchar de viva voz cómo planeó su estrategia con la que fingiendo sorpresa se libró en primera instancia de las pesquisas del virrey hacia los insurgentes, e incluso contribuyó con la tarea, manteniendo encerrada a su mismísima mujer, era una de mis metas.
De igual forma saber su postura real, sobre las intenciones verdaderas de algunos participantes del movimiento que no fue declarado independentista si no hasta mucho después, pues sabemos que el pretexto de no ceder más al dominio de Napoleón Bonaparte, solo fue el detonante de una serie de circunstancias que ya se vivían desde años atrás.
De pronto, vi la oportunidad, hizo una pausa y solté el cargamento:
– ¿Es verdad Don Miguel que las intenciones del grupo insurrecto que se reunía en su casa tenían como mero propósito tomar en sus manos el gobierno de la Nueva España, apelando a su estirpe?
El silencio fue sepulcral, acompañado de una dura mirada y dijo:
– Mi estimado Archivaldo, llegué a pensar por un momento que los términos de esta entrevista estaban pactados a priori, pero también llegué a pensar que usted carecía de valor al no preguntar lo que realmente quería saber, y lo que yo le puedo decir es que todas y cada una de mis acciones buscaban mejorar la vida en la Nueva España, el propósito final ya no dependerá ni de mi Josefa, ni del Capitán Allende, ni de Hidalgo o Morelos y muchos menos de un humilde servidor… pero, ¿sabe? Esa es una historia muy larga que por ahora no tengo tiempo de contar, así que vuelva usted en dos días -echándome sutilmente de su hogar.
Al día siguiente el 22 de octubre, de Don Miguel falleció dejando bastantes preguntas en el tintero y de cierto espero que la historia algún día las conteste.
Es importante aclarar que la crónica que usted, estimado lector, leyó hace unos momentos jamás ocurrió. Las respuestas del Corregidor al igual que el periodista, recaen en la fantasía, aunque basadas en la historia que conocemos de este personaje poco reconocido y de vital importancia, que fue llamado el ilustrísimo queretano y que desde el año de 2010 los habitantes de esta demarcación estamos llamados a enaltecer, en el nivel que este merece.