Querétaro, una ciudad que rinde homenaje constante a sus célebres personajes, emprendió hace un tiempo, como idea del que fuera alcalde Roberto Loyola, un notable proyecto, bajo las manos y la visión de William Nezme, celebre escultor y artista plástico.
Nezme recibió el encargo de representar, en escala 1:1, a algunos de los más notables personajes de la entidad, buscando, según sus propias palabras, “humanizar la inmortalidad”, provocando una interacción sublime entre los que aún estamos vivos y aquellos que han sido representados a imagen y semejanza tras partir de este plano, como ejemplo el Maestro Francisco Cervantes Vidal, sentado a las afueras del Museo de la ciudad, y si me permiten una opinión queridos lectores, el escultor, lo ha logrado, despertando en muchos de nosotros, voces e historias que solo se cuentan en los límites de nuestra imaginación.
La voz de la escultura
Sentado junto a mí, un pequeño acaricia felizmente al gatito que tengo a mis pies, dicen que es mío, dicen que soy Francisco, pero ciertamente, no lo sé, así que por ahora dejémoslo en Pancho, “no tengo sueños, ni memorias, pido y espero, al final de todo, solo tengo este gran silencio”… que se rompe a ciertas horas, en las que veo el desfile incesante de vehículos rugientes, como si el sonido del motor pudiera transmitir la frustración de sus tripulantes, la angustia de la prisa, la tensión del ritmo citadino que se rompe al caer la tarde, y entonces todo cambia, comienzan a fluir otros rostros, otras vibras, otra gente, más amigable y parecida a lo que dicen que un día fui, algunos incluso, me saludan al llegar a este museo, del que me he convertido en portero y centinela.
El antiguo convento de San José de Gracia de Religiosas Capuchinas, hoy en día Museo de la Ciudad es ahora mi casa, a la que ciertamente nunca podré entrar, me basta con escuchar desde aquí los sonsonetes de la armoniosa cultura e imaginarme una a una las obras que ahí se exponen. Pero no todo es tan triste como pareciera, consejero y confesor me he convertido de los que a mi lado se sientan a esperar, mismos a los que desde mi eterno silencio les hablo y escucho, por eso es que disfruto las tardes queretanas, por eso es que dicen, nunca me fui, después de volver de Portugal, hoy, me deleito en estos atardeceres, de los cuales estoy destinado a ser testigo, por siempre, escribiendo ahora, los poemas que me inspira el alba, solamente en mi mente…
El Poeta Queretano
“La presencia de Francisco Cervantes ha dejado una huella profunda en la cultura Queretana, por un lado, como creador de una obra poética excéntrica y deslumbrante y, por el otro, como puente entre los idiomas español y portugués, mediante una pertinaz labor de traducción y difusión. En particular, los libros de poesía que Francisco Cervantes escribió conforman una obra excepcional, construida en los márgenes de la tradición poética mexicana. Porque las influencias, los motivos, la prosodia y la sintaxis de Francisco Cervantes escapan de las referencias generacionales y se saltan las taxonomías. Pero si Cervantes se sale de la aldea, su búsqueda cosmopolita tampoco se dirige a las metrópolis habituales, sino que se encamina hacia geografías ignotas, tradiciones adyacentes, épocas mal recordadas, cultos insólitos y herméticos, éticas y modales enterrados. Si sus mentores y ancestros poéticos son inusuales, con más dificultad podemos hablar de sucesores, pues se trata de una poesía sin las cualidades programáticas que suelen exigir los feligreses. Aunque, por el rigor con que ha sido forjada, su obra es una preceptiva indispensable, resulta muy difícil extraer de esta poesía torturada y extravagante una poética con posibilidades de éxito entre las multitudes.
La poesía de Cervantes no le tuerce el cuello a ningún cisne, no es estandarte de oprimidos, no es sirvienta de la novedad, no es representativa de la época y, pese a la facultad hipnótica de su prosodia, es una poesía honda y cerebral, hostil a los imitadores y a los parásitos. No se trata, pues, de un lugar poético donde puedan regodearse los turistas, sino de un punto geográfico de difícil acceso, pero que fascina por su vegetación y sus frutos salvajes. La extravagancia de Cervantes comienza por el lenguaje: como decía Gabriel Zaid al comentar Cantado para nadie, hoy una de sus obras más icónicas, el bilingüismo es un hecho comercial y no cultural, de ahí la singularidad de su apasionada exploración de lenguas como el gallego, el portugués y el español que busca rebasar las fronteras físicas y temporales entre idiomas y generar una lengua franca más cercana a los ritmos y las emociones que a los significados”.