Existe un escenario en la ciudad de Querétaro que se abarrota cada fin de semana, un escenario donde la permanencia es tan voluntaria como la retribución hacia el que lo ocupa, este escenario no tiene ubicación, no tiene licencia y mucho menos telón, el comienzo del acto, lo indica un pequeño cartón, que versa con una pequeña explicación: “Una ayuda para este músico, por favor”.
La calle Madero, la Plaza de Armas, el Jardín Zenea o el Jardín Guerrero, son las ubicaciones predilectas para muchos artistas de la calle, quienes, armados con guitarra o grabadora en mano, salen a ganarse la vida haciendo lo que mejor saben hacer: cantar.
Los géneros son infinitos y hay para todos los gustos, dependiendo la hora y el día de la semana, las calles del centro de nuestra ciudad abren espacio a la diversidad para poder escuchar desde un tenor, hasta un rap.
Pero esto no es nuevo, la música en la calle existe desde la antigüedad, para los artistas que no tenían la fortuna de beneficiarse con alguna especie de mecenazgo, los escenarios callejeros han sido un medio para salir adelante apoyados en su don.
“Me gusta venir al centro, escucharlos y si se puede o lo merecen, pues apoyarlos” comentó Sergio Cornejo, un joven que abordamos tras darle su donativo respectivo a unos huapangueros ubicados bajo los arcos de la Casa de Ecala, y es que, según algunos de los ruiseñores del asfalto a quienes nos pudimos acercar entre canción y canción, el público de las calles queretanas es exigente y no da propina a la menor provocación.
Gerardo e Ismael
La calle de Madero, justo en su esquina con Allende, alberga a un par de hermanos cantantes cuya historia es muy digna de contar. Originarios del estado de Michoacán han viajado por todo el país con una sola misión: transmitir un mensaje positivo a través de su música.
“Hemos estado en todo Querétaro, cantamos alabanzas en agradecimiento a lo que Dios hace en nuestras vidas, tratando de traer una propuesta diferente a la de todos los músicos que ves por ahí. Nos va bien, primeramente, porque le tenemos un amor muy grande a lo que hacemos, y cantamos con un gozo que logramos transmitir, se nos han acercado a decirnos que incluso se les enchina la piel” cuenta Gerardo, el menor del dueto.
Ismael, el mayor de los hermanos, se encarga de los coros y de la segunda voz, al tiempo que sostiene en una mano el respectivo vasito de las propinas, y en la otra su bastón, pues es invidente, lo que no le impide en absoluto destacar entre la multitud cantando con una sonrisa de oreja a oreja, y nos cuenta:
“Se nos han abierto muchas puertas, y los caminos se dibujan solos, por medio de la música hemos estado en lugares como Reynosa, Guerrero, San Luis (Potosí); prácticamente estamos en una gira nacional” agregó sonriente.
“La verdad no nos va mal, Querétaro es un estado muy generoso y la gente nos ha tratado muy bien, es por eso que por ahora residimos aquí, aunque no sabemos a dónde nos llevará la música pronto”.
Como la historia de estos hermanos, en EL QUERETANO, estamos seguros que hay mas de una, y cada cantante que pisa nuestras calles en busca de sustento tiene su historia digna de destacar y aunque aun estamos en el camino de que el arte callejero alcance los niveles de organización en este rubro que tienen ciudades como Paris, Madrid o Londres, el mayor beneficio que por ahora pueden tener es el apoyo de una moneda y el aliciente de un cálido aplauso, para que el arte nunca muera en las calles de nuestra ciudad.