La luz dorada del amanecer comienza apenas a bañar las calles de nuestra ciudad y sin embargo, hay quienes comenzaron su día incluso antes de que el astro rey siquiera se dibujara en el horizonte.
Estos personajes, ataviados usualmente con un buen y funcional mandil, empiezan a calentar motores desde el ocaso de la luna para lo que será una buena y productiva jornada tras la barricada de frutas y verduras que, en el mejor de los casos, esperan vender en su totalidad, en el transcurso de la mañana.
Diablos van diablos vienen, y entre los colores vivos y los olores inconfundibles que esconden un poco de todo, los mercados de nuestra ciudad abren sus puertas desde muy temprano y una a una comienzan a desfilar las amas de casa, que, con bolsa en mano y monedero bajo el brazo, recorren cada uno de los pasillos del recinto, el cual pareciera volverse cada vez más estrecho a medida que uno avanza entre paredes de frutas y verduras, volviéndose un actor más en este folclórico cuadro, tan mexicano, tan queretano, tan nuestro y tan de todos.
El ritual de compra es incomparable aunque a la vez muy predecible, las marchantitas caminan con la mirada puesta en los carteles esperando la mejor oferta, la melodía clásica entre los pasillos lleva siempre frases como “Qué va a llevar güerita”, “Pásele Marchantita” y es rara aquella que se surte en un solo puesto, la verdura siempre es con Juanita, aunque el tomate siempre es con Don Alfonso, la fruta ,pues depende, “a ver quién me la da más barata”, pero don José siempre trae lo mejor, y el toma y daca se vuelve cíclico e infinito.
Los mercados, son per se un reflejo perfecto de nuestra cultura, los mercados públicos, desde la época prehispánica hasta el siglo XXI, representan tradición y colorido social, pero también son un termómetro de la vida local, a diferencia de lo que se cree, están muy lejos de desaparecer y día a día luchan por conservar su esencia, su carácter tradicional, y sus formas que datan de la época precolombina, formando parte de nuestra raíz y convirtiéndose en el sazón de nuestra ciudad.
“El Mercado Hidalgo”, testigo del desarrollo de la ciudad.
La ciudad de Querétaro, como todas las ciudades de nuestro país, cuenta con una diversidad importante de mercados, establecidos en los barrios y colonias más antiguas y en algunos casos abanderándolas y sacándolas a flote, ya que su actividad comercial se vuelve el motor económico para los que residen en ellas, un claro ejemplo es el mercado municipal ‘Miguel Hidalgo’ que alberga historias de múltiples generaciones queretanas, su fundación oficial data de hace más de 70 años, pero si platicáramos con algunos locatarios podrían expresar de viva voz los tiempos en los que un «tianguis» se montaba para los vecinos del centro formalizándose después como un mercado seccionado en áreas y con una estructura completamente funcional.
El “Hidalgo” es sin duda uno de los más bonitos mercados de nuestra ciudad, el colorido de las flores destaca en los pasillos, que se conectan en el centro del gran bodegón, vigilados por una hermosa fuente, testigo del andar de cientos de queretanos que acuden ahí, no solo para abastecer su despensa, sino también para degustar de la gran variedad de alimentos ofrecidos en las clásicas fondas y restaurantes características de este esté icónico e imperdible recinto queretano.