
El vaivén entre acelerar y frenar en escasos metros es el ritmo con el que se esfuman los minutos de los choferes de tractocamiones, autobuses, empleados de empresas privadas, funcionarios de gobierno y automovilistas en general.
La carretera 57 lleva años siendo un infierno. Reparación tras reparación, kilómetro tras kilómetro, ahogan a la autopista más transitada de México.
Sin embargo, las pérdidas para muchos llegan a ser una oportunidad para unos pocos con iniciativa.
A pie, entre las líneas intermitentes que dividen los carriles han aparecido vendedores ambulantes que ofrecen un refrigerio para la tediosa espera.
“Papas, papas, papitas” grita un vendedor que torea camiones, camionetas y coches bajo el rayo del sol en la autopista México-Querétaro a la altura del entronque con la carretera estatal 100.
La confluencia de ambas carreteras empeora el tránsito. Tanto que un hombre carga una bandeja de madera con quince vasitos llenos de papas fritas y adornados con una mitad de limón.
En su delantal azul marino el hombre carga una botella de salsa San Luis, el aderezo imperdible de este aperitivo mexicanísimo, que reconforta un poco la barriga pero no devuelve el tiempo.
Legisladores de todos colores han hecho exhortos a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes para acelerar el tendido del concreto hidráulico… y nada. Solo “papas, papas, papitas” para la espera.