Cuando un payaso se muda a un Palacio, el payaso no se convierte en rey, el Palacio se convierte en circo: Proverbio Turco
La cólera nunca ha sido buena consejera y menos cuando eres un rencoroso vengativo, por más que intentes ocultar esa verdad con frases acuñadas hace años pero que han demostrado su vacuidad con el paso del mandato. La actitud del inquilino de Palacio, revelando supuestos datos personales de un comunicador, como es el caso de Carlos Loret de Mola, pero no sólo eso, sus ataques a Carmen Aristegui y, sobre todo, su indolencia ante los asesinatos de periodistas durante su administración, ha rebasado todo límite, sobrepasa el insulto y llega al delito.
Si ya cuando aceptó que fue él quien ordenó la liberación de Ovidio Guzmán en octubre de 2019, se había convertido en un delincuente confeso; con las revelaciones del pasado viernes, consolidó un historial delictivo que inició cuando encabezaba las tomas de pozos petroleros en Tabasco o cuando en una falsa operación de ‘resistencia civil pacífica’ pidió a sus seguidores no pagar la energía eléctrica, que continuó en el culiacanazo y remató cuando destaparon la vida de lujo y privilegios que se da uno de sus vástagos. Y no falta saber, me dicen, detallito de Andresito.
Pero, más allá del daño que le ha causado a la democracia mexicana con su actuar y de la comisión de delitos, que son muchos y notorios, lo que es todavía más lamentable es la degradación que ha hecho de la figura presidencial.
Ya dejó de ser, para muchos de sus interlocutores, el señor presidente; tampoco es más el titular del Poder Ejecutivo federal o el primer mandatario de la nación. No. Ahora ya sólo es, si bien le va, Andrés.
Cuando la semana pasada arremetió contra el personaje que creó el actor Víctor Trujillo y lo criticó por hacer lo mismo que ha hecho los últimos 25 años, el personaje le respondió y lo llamó Andrés, así a secas. Ya no es señor presidente Andrés… No, es simplemente Andrés; e incluso, es ‘primo hermano’.
Y todavía faltaba más en este tobogán de la devaluación de la figura presidencial, como consecuencia de los rencores del inquilino de Palacio.
El viernes, el mismo Carlos Loret le respondió, acorde a los insultos que recibió del tabasqueño, y lo calificó de ‘aspirante a dictador’.
“Sin empacho, este aspirante a dictador, ordena a Hacienda que me revise, ahí delante de todos y todo porque no puede explicar la riqueza de su propio hijo. Quiere hablar de lo que gano trabajando, para no confesar lo que gana su hijo sin trabajar”, dijo Loret de Mola el pasado viernes cuando le respondió al tabasqueño.
A ese nivel ha degradado una figura presidencial que, de por sí, recibió muy desgastada hace poco más de tres años y, por lo visto, no cejará en su empeño.
Por lo pronto, preparémonos para un acto más en este circo de república bananera a la que nos ha traído un hombre que, vivió más de 18 años aspirando a ser presidente y que, en menos de 74 meses, nos ha demostrado que siempre fue un extraordinario candidato. Nada más.
El último párrafo. Mi total y absoluta solidaridad con Carlos Loret, Carmen Aristegui, Víctor Trujillo, pero, sobre todo, mi exigencia de que la labor periodística en este país sea respetada y la vida de los comunicadores sea protegida. Fue y sigue siendo el Estado.
Quejas, dudas y comentarios: @Paniagua_Fer7