Las muelas del juicio o el apéndice son un par de órganos que están ahí para molestarnos cuando causan problemas. Vestigios de nuestro pasado evolutivo que hoy son totalmente inútiles.
Las plataformas electorales son peores. No sirven para nada y ni siquiera son muestra de un pasado democrático perdido.
Esos documentos son un requisito para que los partidos inscriban candidatos ante el instituto electoral. Hasta ahí llega su utilidad.
No hay en las leyes generales o locales en materia electoral un artículo que obligue a los partidos y sus candidatos a mostrar esa plataforma en la propaganda electoral, en los “spots” en radio o televisión, o los espectaculares en las calles.
La propaganda electoral se diluye entre enunciados cortos, fácilmente memorables, pero huecos de sustancia, diseñados para emocionar, más que reflexionar.
Las plataformas electorales simplemente terminan guardadas en una gaveta o publicadas en páginas de internet escasamente visitadas.
Son tan inútiles que los partidos las elaboran con desgano, peor que una tarea escolar copiada de Wikipedia.
Como no hay requisitos legales sobre qué deberían contener, una cuartilla con un par de párrafos valdría para cumplir con el requisito de presentarlas ante la autoridad electoral.