El presidente, nuestro presidente, dice que el país atraviesa por épocas difíciles y dolorosas, por lo que es imprescindible la renovación moral de la sociedad.
“Una sociedad que tolera, que permite la generalización de conductas inmorales o corruptas, es una sociedad que se debilita, es una sociedad que decae”, expresa.
De igual forma se refiere a la corrupción en el sector gubernamental (que lo antecedieron) como la cúspide de la inmoralidad que tiene hundido a este país.
“Lo hemos expuesto ante la nación en esta forma: la renovación moral debe ser un compromiso de todos y cada uno de los mexicanos, de todos y cada uno de los sectores y de los gremios; pero hemos de saber tomar, en el gobierno de la República, nuestros propios compromisos y nuestras propias obligaciones”.
Insiste en que el pueblo es sabio y que escucha por donde va, las demandas populares, recibiendo ideas y un grupo especial de estudio (servidores de la nación, gabinete, etc.) para delinear un programa de renovación moral dentro del sector público.
Habla de ideas, de utopías que “se están explorando y que en su oportunidad se convertirán en programas vigorosos y sistemáticos”, por lo que someterá a consulta ciudadana para que el pueblo analice y se pronuncie sobre ellas.
“Quiero volver a solicitar de todos los mexicanos, de toda la opinión pública, que me sigan favoreciendo con sus sugerencias y sus propuestas concretas”.
Para ello el presidente exige a sus funcionarios y a su gabinete una conducta intachable y que el gobierno será un ejemplo de ello.
“Y si bien muchas veces los fenómenos de corrupción se producen a escalones intermedios o inferiores, no cabe duda que muchas veces es producto del mal ejemplo que se da en los escalones superiores de la administración pública, ya sea federal, local o municipal”.
Es decir, en términos coloquiales, acabar con la corrupción como se barren las escaleras, de arriba para abajo y para ello tiene un plan para reformar las leyes y sistemas “para prohibir que los funcionarios responsables aprovechen su posición para promover, directa o indirectamente, a través de funcionarios, de amigos o de parientes, negocios en obras públicas, compras o aprovechamiento de plusvalías de obras públicas o acciones de gobierno”.
Quizá la idea del presidente sea eliminar las licitaciones y hacer adjudicaciones directas para los mega proyectos a empresarios honestos, afines al gobierno para evitar los “moches”.
“Vamos a establecer, en la ley y en los sistemas, la incompatibilidad de intereses; o se gobierna o se hacen negocios”, expresa el presidente.
Parte de ello es acabar con los privilegios y prestaciones exageradas de los funcionarios de gobierno: automóviles, auxiliares de servicios personal o doméstico, gastos de representación o viáticos, vacaciones pagadas Todo ello debe de quedar limitado en normas precisas”.
El Estado mexicano necesita contar con los mejores mexicanos en los puestos de responsabilidad y en los puestos técnicos, pero sí debemos precisar con transparencia y con claridad los niveles de salarios y evitar que tengamos que recurrir a triquiñuelas o engañifas para complementar salarios que no tenemos el valor de reconocer en los presupuestos públicos.
Asimismo, el presidente toca un tema sensible, sobre ocupar recursos públicos para la promoción política personal de los funcionarios, pues “no se vale hacer prestigio con cargo a los fondos públicos El prestigio se hace con el trabajo y no con publicidad pagada por el pueblo de México” y remata el tema diciendo que “los puestos públicos no son botín ni patrimonio personal de nadie”.
Así lo dijo Miguel de la Madrid Hurtado, un 13 de marzo de 1982, durante una gira por Mérida.
¿O tenían a alguien más en la cabeza?
Esa era parte de la retórica populista de la cual echaba mano hace casi 40 años el priismo más recalcitrante.
Si, el mismo presidente que al final de su sexenio, permitió el fraude electoral más grande en la historia de México y con planes económicos que nunca tocaron a las clases privilegiadas, su gobierno que fue una fábrica de pobres, donde no había las libertades que se tienen hoy.
Tuvo sus golpes mediáticos al encarcelar al “Negro Durazo” y curiosamente a un ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, tuvo la tragedia del sismo de 1985 y un evento, en San Juan Ixhuatepec, donde murieron decenas de personas quemadas.
Los mexicanos recordamos a ese presidente como un gobierno gris, que, en tiempos de esas sendas crisis, los mexicanos nos dimos cuenta que su Gobierno era inútil y soberbio y envuelto en un rancio patriotismo.
A Miguel de la Madrid le tenemos que agradecer el surgimiento de la sociedad civil de México, que ante la inoperancia del gobierno, saco al país adelante.
Siempre estuvo marcado por los sexenios de Echeverría y López Portillo, que fueron terribles. Uno rompiendo paradigmas de disciplina política de su partido y enfrentándose a su antecesor, aun cuando lo quiso defender de la tragedia del 2 de octubre y el otro marcado por la frivolidad, perdido en las delicias del poder. Ambos populistas y, mucho.
Este presidente terminó su gobierno con la inflación más alta de la historia de México y otras marcas históricas. Crecimiento cero, narcotráfico en el poder, fraudes electorales…
Y como olvidar la frase de “se cayó el sistema” que hizo famoso al hoy director de la CFE y recién purificado por la 4T, Manuel Bartlett.
Con De la Madrid ocurrió la renuncia al PRI de Cuauhtémoc Cárdenas y de Porfirio Muñoz Ledo, que hoy día ha tenido sendos desencuentros con el partido en el poder y a nadie extrañaría su salida.
Hoy tenemos un partido hegemónico que, como en aquellos tiempos, quien no está con el presidente, está contra él, hoy MORENA controla el gobierno, el Congreso y la suprema Corte, que controla la Comisión de Derechos humanos y va con todo por el INE para volver, cuarenta años atrás.
Esperemos que la sociedad civil despierte, como 40 años atrás, que se den cuenta que podemos sacar nosotros al país adelante aun en las adversidades, una sociedad que nos haga, volver al futuro.
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero