Chicago, IL.- El pánico global ante los 26 mil incendios que consumen gran parte de la Amazonia en Brasil está cayendo en oídos sordos. El presidente Jair Bolsonaro denunció la actitud intervencionista de su homólogo francés Emmanuel Macron, cuando éste alertó que “nuestra casa se está quemando”.
La referencia del mandatario galo sobre el llamado “pulmón del mundo” representa para los brasileños una clara actitud colonialista de los extranjeros tratando de decidir cómo Brasil debe administrar su territorio.
Bolsonaro ganó la presidencia promoviendo el nacionalismo y, para términos prácticos, podemos asegurar que es el Donald Trump brasileño. Los ruegos de la comunidad internacional por el fuego que consume los bosques tropicales son -literalmente- leña para el discurso político del mandatario sudamericano.
Un extenso artículo recién publicado por el New York Times cita claros ejemplos del fuerte respaldo en muchas partes de Brasil para las políticas de Bolsonaro hacia el Amazonas, que dan prioridad al desarrollo económico sobre las protecciones ambientales.
Estos brasileños argumentan que el fuego y la deforestación son esenciales para la subsistencia de los pequeños granjeros y rancheros que exportan soya y carne de res al resto del mundo, y que el daño que hacen a la selva amazónica es modesto.
Y por supuesto esos mismos brasileños están indignados por la actitud colonialista de extranjeros tratando de decidir cómo deben manejar sus propias tierras.
Como el mayor bosque tropical del mundo, la Amazonia es hogar de la quinta parte del agua dulce del planeta. Además, sirve como un importante filtro de dióxido de carbón y ayuda a evitar que las temperaturas suban en el todo el mundo.
Pero la reacción mundial al mayor número de incendios en la Amazonia toca las fibras nacionalistas de los brasileños, que bajo Bolsonaro están decididos a explotar al máximo esas tierras. Lo que el mundo opine al respecto les vale un bledo.