Hoy, estimado lector – lectora, lo invito a realizar un breve ejercicio de imaginación, tómese 5 minutos para dejar un poco de lado las inquietudes y pongamos juntos a funcionar la sinapsis.
Así, entonces, y ya preparados, los invito a imaginar un país que tiene millones de habitantes, pongamos unos 130; ese país es gobernado por un hombre -político de carrera- que se ha convertido en el líder máximo de su partido, que hace lo que él dice.
Ese partido, llegó al poder con ofertas irrefutablemente correctas: combatir la pobreza mediante la distribución de la riqueza y comenzando, en ese reparto, por aquellos que más lo necesitan: los pobres.
También ofreció que todas las muertes, hechos violentos y aterradoras historias de desapariciones y el miedo en el que vivían sus coterráneos se acabarían, si él y su partido llegasen al poder.
Luego, imaginemos que la realidad lo supera, que llega y encuentra lo que él sabía, desde antes de llegar, que estaba ahí: la podredumbre, la irracionalidad, el despilfarro, la mala planeación y los actos de corrupción al por mayor. Todo eso estaba ahí antes de que ese hombre llegara al poder; para eso lo contrataron los ciudadanos que votaron por él, no para poner pretextos y hacer del pasado un escudo con el cual protegerse de los reclamos.
Una vez establecido el escenario, ahora los invito a imaginar que el partido de ese líder comienza a luchar por el poder en los estados; chicanadas, puñaladas por la espalda, violación a los estatutos que lo sustentan jurídicamente.
Liderazgos que se pelean por dirigencias que apenas les otorgan un poquitito de poder y un mucho de dinero, de posiciones y de influencia en su entorno.
Las traiciones y las acusaciones hacia otras facciones del mismo partido son pan de todos los días; surgen entonces las corrientes internas, los puros y los neos; los verdaderos defensores de los ideales partidistas y los arribistas que quieren ‘renovar’ al instituto político y que, en esa lucha, terminan por no sumar, por dividirse ellos y a los que los rodean; terminan por pudrirse y terminan convirtiéndose en aquello que tanto criticaron.
¿Les suena familiar el escenario? Bien, hasta aquí el ejercicio imaginativo.
Ahora un poco de reflexión: este escenario planteado aquí es un brevísimo resumen de lo que le sucedió al PRI en un proceso de 70 años de ejercicio en el poder y que terminó por desgastarlo al grado de que hoy es apenas una ridícula caricatura de lo que fue y lo que aspiraban que fuera sus fundadores e ideólogos.
Es exactamente lo mismo que le sucedió al PAN, en apenas 12 años tras su arribo a la presidencia de la República en el 2000 que terminó secuestrado por grupos que poco tenían que ver con los ideales que le dieron fundamento.
En ambos casos, lo que mató el ideal y los principios fue la llegada al ejercicio del poder.
Podría yo caer en la tentación de incluir en este análisis al nuevo partido en el gobierno; sin embargo, creo que es muy temprano para ello, aunque las señales que están dando, cuando menos en Querétaro es que para allá van.
Lo demás y un comparativo adicional, se los dejo a ustedes, estimados lectores.
El último párrafo.
En menos de 72 horas 2 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal fueron detenidos por cometer actos delictivos; uno -en activo- intentando robar un cajero automático; otro, tras robar un teléfono celular en la delegación de Santa Rosa Jáuregui; ambos casos son señales que las autoridades de seguridad deberán tomar en cuenta de inmediato y tomar cartas en el asunto.