Anteriormente los globeros caminaban por las calles y por medio de silbidos captaban la atención de los niños, quienes se dirigían velozmente hasta los ellos.
A pesar de que la tecnología está acaparando la atención de los niños, la ilusión de ver y adquirir un globo de las grandes columnas que se ve en las plazas y jardines aún se deja ver ya que deslumbran la mirada de cualquiera por sus colores, formas y tamaños.
Desde que tiene uso de memoria, Eduardo Corona ha estado inmiscuido en este negocio. De lunes a domingo se despierta, lleva a sus hijos a la escuela –entre semana- y después se dirige al corazón de la ciudad donde coloca su pequeño negocio en el espacio que le ha sido asignado en el Jardín Zenea, donde otros de sus compañeros son su competencia directa.
En su pequeño stand podemos ver globos metálicos de helio con letras, colores y figuras para cualquier tipo de ocasión y para todas las edades, hasta los tradicionales globos en los que se coloca un resorte para que los niños lo puedan sujetar y rebotar, además de los famosos globos de animalitos que se pueden rodar en el suelo.
En el mismo sitio también destacan pistolas de agua, silbatos, espadas, burbujas de jabón y otros objetos, pues Eduardo comenta que su negocio «se tuvo que modernizar», pues vender solo globos ya no es el mismo negocio de antes.
«Yo heredé este negocio de mi padre, él también fue globero, de los de verdad, pero antes todo era distinto. Hace tiempo se hacían los globos más laboriosamente. Se creaban forros de colores y se cocían con máquina, después se inflaba el globo dentro del forro, nos tardábamos como un día en elaborarlos y después nos salíamos a venderlos».
“Ahora todo es más fácil, ya no hay que salir de Querétaro para conseguir el material, ya hay muchas tiendas en las que los venden y hay varios globeros aquí en el centro; algunos paseando y otros en nuestro lugar asignado», comentó Eduardo.
Acompañado de su esposa y su hija pequeña, Eduardo al igual que los demás comerciantes, aprovechan los puentes y los festejos para poder tener más ventas, porque entre semana se vive al día y solo alcanza para comer y comprar alguna otra cosa.
“Si ustedes le preguntan a los demás les van a decir que es un oficio que nos da solo para sobrevivir, aprovechamos los puentes, el 14 de febrero, el día de las madres, el día del niño, para tener más ganancias. Es difícil el comercio ambulante”, comentó.
Los globos son el único trabajo de la gran mayoría; sin embargo, algunos realizan otras actividades como albañilería, jardinería o plomería, pero si en algo coinciden es en sus testimonios ya que afirman que se dedican a vender globos por tradición y porque para ellos se ha convertido en una forma de vida.
Este oficio continúa siendo parte del folclor mexicano y a pesar de que no se tienen fechas exactas de sus inicios, se sabe que es una ocupación antigua de las ciudades que están en crecimiento y que seguramente nuestros padres y abuelos recordarán.
Anteriormente los globeros caminaban por las calles y por medio de silbidos captaban la atención de los niños, quienes se dirigían velozmente hasta los ellos y pedían su color y tamaño favorito, las opciones eran limitadas, contrario a este tiempo.
A pesar de que aún vemos a los globeros pasear por las plazas de la ciudad, cada vez es menor la venta y el uso de adquirir un objeto típico de nuestro país, pues somos los mismos mexicanos los que hemos provocado la extinción de algunos oficios como este al apartar a las nuevas generaciones de nuestras tradiciones. Muchos globeros piden a los padres de familia recordar la historia y difundir la ancestral cultura a las nuevas generaciones.