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Si eres víctima, puedes cambiar las cosas

 

Chicago, IL.- “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar”. Así reza el dicho popular que quiero aludir para abordar el escabroso tema de las denuncias de acoso sexual contra numerosas personalidades en los Estados Unidos.

Todo comenzó con las quejas de asalto sexual contra el famoso productor Harvey Weinstein, quien de ser uno de los hombres más influyentes de Hollywood ha caído en la total desgracia.

Otros grandes nombres del mundo del entretenimiento, las noticias y la política estadounidenses también han sido víctimas de sus propios abusos contra mujeres desde sus posiciones de poder.

Al momento de escribir esta colaboración siguen cayendo cabezas y saliendo a relucir más acusaciones de acoso sexual de valientes mujeres que han decidido no quedarse calladas.

Una reciente encuesta del periódico Wall Street Journal arroja que casi la mitad de las mujeres en los Estados Unidos ha experimentado insinuaciones sexuales no provocadas en su empleo. El sondeo descubrió que el 75 por ciento de esas empleadas no interpusieron quejas por el acoso. En cambio, evitaron al acosador, negaron o minimizaron el hostigamiento, además de tratar de ignorar, olvidar o aguantar el asalto sexual.

En pocas palabras, las víctimas tenían miedo.

Pero las cosas están cambiando. Las mujeres de la generación Millennial (aquellas que nacieron desde 1980), crecieron después del movimiento de liberación femenino y muchas ven el acoso sexual de manera muy diferente que sus madres.

En definitiva, ellas no consideran que un jefe o colega lujurioso sea alguien que deba ser tolerado.

Como padre de una Millennial sé que mi hija no vacilaría en reportar una situación desagradable en su lugar de trabajo. Además, la cultura empresarial de estos tiempos estimula el respeto y alienta la denuncia de acosadores sexuales.

No puedo concebir el horrible sentimiento de impotencia de una víctima de hostigamiento que por la necesidad de empleo y el tóxico entorno laboral no pueda denunciar a un jefe o colega lujurioso.

Mi única recomendación para esa persona es armarse de valor y evidenciar el abuso de poder. La verdad siempre prevalece.

A fin de cuentas, ¿quién quiere trabajar con un depredador sexual?

 

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