La semana pasada, Jesús Seade, Subsecretario para América del Norte de la Cancillería Mexicana, dijo que Estados Unidos y Canadá estaban a punto de ratificar el nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), después de que habían aclarado las dudas de Nancy Pelosi, líder del congreso americano, y gracias al triunfo del “partido laboral” (sic) en las elecciones federales del pasado 21 de octubre en Canadá. ¿Seguro?
Esta noticia me recordó los viejos tiempos cuando iniciaba como periodista, los años 90, y se negociaba el TLC o TLCAN; y cómo a los mexicanos nos prometían que se iban a unir las fronteras de todo el norte del continente como lo hicieron los europeos. Se hablaba de que en 10 años habría libre transito de personas de México hasta el Polo Norte. ¿Realmente fue así?
Qué contraste ahora con eso del famoso muro de Trump, niños encarcelados en jaulas si cruzan ilegalmente la frontera entre México y los Estados Unidos. Las mercancías y las inversiones, esas sí han fluido libremente (o casi… recordemos las tarifas que impuso Trump al acero, por ejemplo). El Congreso de Estados Unidos tiene demasiadas preocupaciones en estos momentos, más urgentes que ratificar dicho acuerdo.
De hecho, el punto de conflicto (diferencia salarial), es un tema del pasado, con una solución que suena más que ilusoria: emparejar los sueldos en toda la región. Eso lo prometió Enrique Peña Nieto a los socios comerciales, pero lo esta repitiendo Andrés Manuel López Obrador, o casi, ofreciendo una reforma laboral que resolverá esas diferencias…
Si un 2% de aumento en los sueldos a trabajadores mexicanos (como menciona Seade) va a igualar los ingresos de los mexicanos con sus socios de Norteamérica, entonces Nancy Pelosi no sabe nada de México y sus condiciones económicas.
Por mucho tiempo se ha culpado a México de robarse empleos de Canadá y Estados Unidos, al ofrecer mano de obra barata. Lo que yo vi de primera mano, al menos en Querétaro, es que previo a y en los primeros años del TLC, muchos obreros mexicanos lograron niveles de productividad por encima de los socios comerciales. Muchas empresas implementaron sistemas de mejora continua y estándares mundiales. Lo que ocurrió es que en general los patrones vieron crecer sus ingresos, pero no reflejaron esos beneficios financieros en salarios. La gente se cansó de dar más por menos, y la productividad cayó.
Hoy, la pérdida de empleos no es culpa de México. Sí hay sectores donde aprovechan que la mano de obra mexicana es buena y barata comparada con Estados Unidos y Canadá; pero la pérdida de empleos en la América sajona se debe a la tecnología y los aún más bajos salarios que ofrecen India y China (pregúntenle a Apple). El otro tema es el futuro que nos alcanza: la automatización de procesos, los robots, las ventas en línea, que han reemplazado muchos puestos laborales.
El capitalismo no es para los trabajadores, es para los dueños del capital, o sea todo lo que signifique aumento en ingresos, ese será el camino a seguir, no importa la pérdida de empleos.
Y mientras tanto en Canadá, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal, logró reelegirse como Primer Ministro, pero perdió la mayoría en el Parlamento. La buena noticia -coincido con Seade- es que el Ejecutivo canadiense tiene la voluntad de seguir adelante con el renovado acuerdo comercial, pero ha habido dudas de parte de la oposición en el Parlamento.
Aunque el tema sí formó parte de las plataformas electorales de los principales partidos políticos canadienses, durante la breve pero intensa campaña electoral (40 días), no se habló de eso. Los temas eran los impuestos, los déficits gubernamentales, de la promesa pendiente de Trudeau de dotar de medicamentos gratuitos a la gente (actualmente, el gobierno provee la mayoría de los servicios de salud sin costo para el paciente); oleoductos, cuidado del ambiente y apoyos en general a las clases medias.
México ya aprobó el nuevo tratado de libre comercio, pero el camino hacia su ratificación en Estados Unidos y Canadá, es más que un trámite: Allá el poder legislativo obedece al ejecutivo, por estos lares, los poderes discuten, pelean, se convence o se negocia o se cancela. Y para gringos y canadienses el NAFTA 2.0 no es un tema relevante.