Era candidato a la presidencia, quería jalar votos a como diera lugar; se reunía hasta con empresarios, viajaba a todo el país, tenía bien armado el discurso y sabía lo que su clientela quería escuchar.
Lo mismo en la Ciudad de México, que en Morelia o en Tijuana, su discurso se basaba en tres ejes: primero los pobres, una nueva transformación nacional y el combate a la corrupción.
Era un Andrés Manuel que, sin duda, confiaba en que podría hacer realidad sus proyectos, aunque no supiera cómo. Pensaba que con su sola voluntad se podrían hacer los cambios. Estaba equivocado y su error lo pagamos todos los mexicanos.
Esta semana el INEGI le lanzó al rostro una realidad que le deja poco, poquísimo margen de maniobra, pues indica claramente que uno de los ejes que lo llevaron a la Presidencia de la República: el combate a la corrupción, no sólo no ha funcionado, sino que en el tema ha fracasado de manera contundente y se tendrá que morder la lengua.
Según la más reciente Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI, el número de víctimas y actos de corrupción en instituciones de gobierno aumentó en 2019; es decir, ya con AMLO en el poder.
La tasa de prevalencia de corrupción se incrementó de 14 mil 635 víctimas por cada 100 habitantes en 2017, a 15 mil 732 en 2019.
La tasa de incidencia, pasó de 25 mil 541 actos de corrupción por cada 100 mil habitantes en 2017, a 30 mil 456 en 2019.
Los actos de corrupción le costaron al país, en 2019 12 mil 770 millones de pesos, lo que equivale a 3 mil 822 pesos promedio por persona.
Claramente la corrupción sigue presente en el gobierno de la cuatroté
Ahora, recordemos qué opinaba el AMLO candidato del tema de la corrupción.
En mayo de 2014 siendo presidente del Consejo Nacional del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), López Obrador, aseguró que, si en el 2018 lograba arribar a la Presidencia, encarcelaría a todos los políticos corruptos del país, empezando con el priista Enrique Peña Nieto.
Hoy, salvo Emilio Lozoya, la élite peñista goza de cabal libertad.
En marzo de 2018, ante integrantes de la ANTAD (Asociación Nacional de Tiendas Departamentales) afirmó que la corrupción, “se da de arriba para abajo, depende mucho del proceder del presidente de la República; si el presidente es corrupto, los gobernadores van a ser corruptos, los presidentes municipales también (…) para hablar con claridad, no hay ningún negocio ilegal, ilícito, lucrativo, ninguna transa que se haga sin el visto bueno del presidente”, afirmó.
Luego, el 7 octubre de ese mismo año, ya como presidente electo, en Morelia, Michoacán afirmó que el combate a la corrupción en su gobierno no se quedaría como promesa de campaña.
“Se va a acabar la corrupción. A esos incrédulos los reto para que pronto me digan si hay o no corrupción en el gobierno; yo les digo: ‘se va a acabar la corrupción’, me canso ganso, se va a acabar la corrupción”, sostuvo en un mitin.
Hoy, en pleno 2020; el INEGI le respondió. No, no se ha acabado la corrupción.
En su toma de protesta, el 1 de diciembre de 2018, López Obrador presentó 37 promesas y la primera de ellas fue acabar con la corrupción.
No, no lo ha logrado.
A López Obrador le quedan poco más de 4 años en el poder; quizá, ojalá, logre cumplir su promesa, aunque la impunidad de la que gozan algunos personajes cercanos a él -valga simplemente el ejemplo de Manuel Bartlett- parece indicar que no será así, que el ejemplo cunde o que el ganso se cansó. Les digo.
El último párrafo. Una gran idea la del municipio de Querétaro que ante la emergencia por el COVID-19, determinó instalar el Centro de Servicio Temporal para Personas en Situación de Calle en el Parque de los Alcanfores y que es único en el país. El centro ya brinda asistencia a 43 personas en un espacio saludable y seguro. Palomita durante la contingencia por el COVID 19. Digo.
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