Los debates se promueven como un ejercicio democrático, como una vía ideal para que los candidatos argumenten sus posturas.
Sin embargo, al igual que los spots, terminan siendo espacios con tiempo limitado donde antes de poder exponer un diagnóstico serio ya se agotó el tiempo.
Además, si durante el debate los candidatos optan por cuestionar la trayectoria de sus adversarios, el tiempo de argumentación, de comparar propuestas termina por esfumarse.
Las políticas públicas pueden ser complejas y en ocasiones contra intuitivas. Es decir, el resultado de una política puede parecer inesperado o contradictorio.
Un ejemplo ampliamente estudiado es el tránsito de los vehículos. La opción aparentemente obvia e intuitiva para solucionar los congestionamientos es hacer más vialidades para vehículos, ampliar las existentes, al grado, incluso de hacer segundos pisos.
Organizaciones como el ITDP del gobierno Británico tiene estudios profundos sobre por qué ampliar los carriles termina siendo como intentar solucionar la obesidad aflojando el cinturón.
Así como este tema, el Estado mexicano requiere profundidad en el estudio y diseño de políticas públicas cuya exposición, en un debate, puede prestarse con facilidad a la chacota y desacreditar soluciones viables, aunque complejas al momento de ser comunicadas.