Históricamente, la creencia de que los españoles sacaron ventaja de la inocencia de los nativos americanos, debido a que en su momento, a éstos les hicieron intercambiar objetos elaborados en oro por baratijas que les daban los “conquistadores”, toma importante relevancia ahora que en nuestro país, se van acercando poco a poco los tiempos electorales.
Y aunque las fuentes históricas son limitadas cuando se habla de espejos, pero se mencionan “espejuelos”, palabra que tiene muchos significados despectivos, lo cierto es que hoy en día prometer la solución perfecta a los males electorales, se ha convertido en el modus vivendi de un sinnúmero de personajes que han amasado pequeñas fortunas, y de paso cotos de poder cimentados en la “venta de aire” que se ha puesto de moda.
Si bien es cierto que para 1519 cuando Hernán Cortés anduvo por las costas veracruzanas, los nativos que vivían en el lugar cambiaron objetos de oro por broches, agujas y tijeras, el negocio de dar un objeto cualquiera -o por lo menos del gusto de la víctima- con el mínimo esfuerzo por parte del ofertante, se convirtió en la mejor moneda de cambio para una civilización que necesitaba financiarse rápidamente, y que hoy en día, este escenario no es la excepción.
En el mundo de la política, todavía existen muchos nativos americanos ocupados y preocupados por figurar o dominar al llamado “círculo rojo”, tanto, que ponen a disposición de los “conquistadores” el oro que significa su nombre, su familia, su trayectoria, su trabajo, su grupo o partido, y hasta los recursos del erario público que originalmente deberían tener otro destino muy diferente.
A cambio, estos modernos nativos reciben por parte de los “conquistadores”, cifras halagadoras en redes sociales, encuestas, espectaculares, publicidad electrónica e impresa de compañías periodísticas, espacios en radio y televisión, o simplemente, la “bendición” de un alto jerarca de la política que apruebe o desapruebe el trabajo del sujeto en cuestión.
Pero ojo con un detalle, aquí no se compara a las herramientas de información antes citadas con baratijas, por el contrario, estos excelentes canales de comunicación, están siendo mal utilizados por los “conquistadores” para obtener el tan anhelado oro, sin importar que en el camino de su objetivo, vayan dejando a su paso estelas de duda e incertidumbre entre quienes consumen el producto, y entre quienes lo financian.
De ahí entonces que hoy en día el consumo ha transformado la forma de hacer política y difusión, ya que los “grandes estrategas” prefieren vender fríos productos políticos por medio de la mercadotecnia, y dejar de lado las ideas y los movimientos sociales que mueven conciencias por medio de la propaganda.
Qué es más fácil: vender aire, o vender tierra. La respuesta suele ser sencilla para quien está convencido de un escenario, o el otro. El aire no tiene color, olor, y sabor, además es gratis y a la mayoría le agrada; por el contrario la tierra, es obscura, tiene mal sabor, su olor es indistinto, ensucia todo lo que toca, pero un pedazo de ésta puede dar certeza patrimonial, jurídica y hasta social.
Claro que la tierra es un elemento que no es fácil manejar, pero cuando se le toma sabor y cariño, se transforma en un activo muy valioso, incluso más que el oro. Pocos lo saben, pero la tierra significa el origen de muchas cosas que al fin y al cabo como dice la doctrina católica en época de cuaresma: “polvo eres, y en polvo te convertirás”.
Tal vez los nativos americanos en su momento se maravillaban con los espejos, las cuentas brillantes, o los objetos como tijeras, agujas, broches o alfileres -que finalmente eran la novedad-, porque en su forma de ver las cosas, estos objetos tenían un alto valor ritual o religioso en su cosmovisión.
Entendiendo esto, la pregunta sería: ¿Quién se beneficia más? el que vende aire o el que lo compra, aunque ambos tengan diferentes necesidades, pero lo anterior en el entendido de que los dos, buscarán un beneficio inmediato o a largo plazo.
Por esta razón, intercambiar oro por espejos no es redituable, más si en el camino solo se dejan dudas y errores que no siempre llegan a ser reparables. Al final del día, lo que fácil llega fácil se va, aunque siempre habrá un sujeto que vea en lo palpable, lo medible y lo cuantifícale, la forma más sólida de hacer tierra, por eso hoy más que nunca ¡Hablemos de comunicación!
Pedro Gómez Hernández
Periodista y publirrelacionista
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