El Instituto Nacional de Geografía y Estadística publicó los datos de homicidios durante el año 2022.
La gráfica hablan por sí mismay deberían ser una invitación a reflexionar, a obtener conclusiones y tomar decisiones más allá de los relatos del oficialismo y la oposición.
Una primera conclusión es que en materia de seguridad la situación puede empeorar rápidamente; recomponerla cuesta más tiempo, recursos y vidas humanas.
Entre 1990 y 2022 se observan con nitidez dos periodos de incrementos acelerados en la incidencia de homicidios: 2007-2011, y 2014-2018.
Los puntos de inflexión, momentos donde se aprecia un cambio de tendencia, parecen coincidir con años electorales.
Asimismo, se puede decir que los cambios de tendencia no coinciden con las crisis económicas ni con fenómenos globales que han frenado la actividad humana como las pandemias de 2009 y 2020.
La pandemia de Influenza AH1N1 no supuso un decremento en los homicidios del 2009. La pandemia de Covid-19 no representó un freno para dicho delito en 2020, ni 2021.
La incidencia de homicidios tampoco no está ligada a la dinámica demográfica. La población de México ha crecido de forma sostenida mientras que la cantidad de homicidios cada año ha tenido subidas repentinas y tímidas bajadas.
En 1990, de acuerdo con el Censo de población, había 81 millones de habitantes en el país. Ese año hubo 14 mil 493 homicidios a nivel nacional.
El conteo de población de 2005 arrojó que ese año había 103 millones 263 mil personas en territorio nacional. El registro del INEGI da cuenta que ese año hubo 9 mil 921 homicidios, cifra inferior a la de 1990.
Entre 1990 y 2022 han ocurrido cuatro grandes crisis económicas por causas internas y externas. El “error de diciembre” desencadenó la crisis de 1994- 1995; entre los años 2000 y 2003 hubo recesión; la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos hizo sentir sus efectos en México en 2009; la pandemia de Coronavirus paralizó al mundo en 2020.
La primera subida acelerada de homicidios, entre 2007-2011 tiene un origen bien sabido a partir de una política adoptada por el Ejecutivo Federal. El 2011 cerró con 27 mil 213 muertes violentas, un 206% más que en las ocurridas en 2007.
La segunda subida acelerada, entre 2014-2018, ha tenido diversos relatos para darle sentido. Uno es el empeoramiento de las relaciones de coordinación entre los tres órdenes de gobierno. Lo cierto es que las 36 mil 685 muertes en 2018 representaron un aumento del 83% la incidencia de dicho delito.
El 2018 fue otro punto de inflexión. La tendencia de incrementos acelerados se frenó. Los siguientes cuatro años entraron en una especie de “meseta” y este 2022, hubo una disminución del 9.7% respecto del año previo.
El próximo año habrá que poner atención para identificar si este 2023 confirma una tendencia a la baja en las muertes violentas y, con ello, evaluar en la urnas las propuestas de combate a la inseguridad.
Habrá tres escenarios cuyo resultado tardará varios meses en verse reflejado: un nuevo crecimiento acelerado de homicidios, un estancamiento o continuar la tendencia decreciente de homicidios, lo cual, ojalá, se prolongue por décadas como ya se vivió entre 1990 y 2007.
Lo que ocurra dependerá de nuestro voto y de las decisiones que adopten las autoridades electas.