Concluyeron las campañas más ilegales de la historia, junto con la elección más grande de la historia, donde por primera vez en 200 años de vida democrática, una mujer será quien lleve las riendas de nuestro país.
La mayoría de los mexicanos eligió no sólo a una mujer presidenta, sino eligió darle todo el poder, tal y como lo solicitó el presidente López de forma reiterada cuando realizaba campaña a favor de su candidata.
La victoria fue contundente y no deja lugar a duda sobre lo que quiere la mayoría de los mexicanos, que si bien el 60 por ciento del electorado votó por la candidata oficial, existe un 40 por ciento que no estaba de acuerdo con el régimen actual, que tampoco es poca cosa.
Es decir 4 de cada 10 mexicanos, votaron por un proyecto distinto al de la #4T.
Si bien la elección presidencial era en el papel la más importante, lo que realmente estaba en juego y donde debíamos hacer números y especulaciones responsables era en la distribución de las cámaras.
Recordemos que, en 2018, el presidente López arrasó también en la elección, pero con un voto diferenciado que hizo que la mayoría de sus ocurrencias murieran ahogadas en las cámaras al no tener la mayoría calificada.
Hoy los mexicanos otorgaron a Morena y sus aliados esa tan ansiada mayoría, así que la presidenta no tendrá que negociar o dialogar con nadie para conseguir lo que su mentor no pudo.
Los números y las estadísticas ahí están, quienes votaron a favor del régimen, le han otorgado la mayoría calificada a Morena y sus aliados con entre 346 y 380 curules.
Pueden hacer con la constitución lo que les venga en gana.
Pero recordemos que es el famoso “Plan C” que López, con la paciencia de un santo esperó al final de su sexenio para poderlo llevar a cabo.
AMLO ha proclamado la austeridad como un principio fundamental de su gobierno, argumentando que la reducción del gasto público y la erradicación de la corrupción son cruciales para el progreso de México. Sin embargo, esta retórica se ha enfrentado a la cruda realidad de la administración pública. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los recortes presupuestarios han afectado directamente a los sectores críticos como la salud y la educación.
En un discurso pronunciado en 2019, López Obrador afirmó: «No habrá corrupción en el gobierno, y no habrá impunidad». Sin embargo, las acciones han quedado muy por debajo de estas palabras. La opacidad en las adjudicaciones de contratos gubernamentales y la falta de transparencia en la toma de decisiones han generado preocupaciones sobre la persistencia de prácticas corruptas en el gobierno. ¿Cómo puede el público confiar en un líder que no cumple sus propias promesas?
El «Plan C» de AMLO ha sido ampliamente criticado por su enfoque en proyectos de infraestructura de gran envergadura, como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto Felipe Ángeles y la Megafarmacia del bienestar, a costa del sacrificio de comunidades vulnerables, preciosos ecosistemas, la salud de los mexicanos y por supuesto la seguridad.
Otro de los puntos de su plan es el de la política energética que ha estado marcada por un enfoque regresivo en la producción de petróleo y una resistencia a la transición hacia fuentes de energía más limpias y renovables. En palabras del presidente, «La producción de petróleo debe ser una palanca para el desarrollo de México». Sin embargo, esta visión ignora las realidades del cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales, la austeridad republicana, un director de Pemex incapaz y líderes charro en las secciones sindicales de Pemex.
¿Cuánto tiempo más puede México permitirse permanecer en el pasado, ignorando las señales de advertencia que existen hoy?
El «Plan C» de Andrés Manuel López Obrador, ha demostrado ser profundamente problemático en la práctica. Las deficiencias en la implementación, la falta de transparencia y la resistencia al cambio han socavado las aspiraciones de transformación y progreso. Si México aspira a un futuro próspero y sostenible, es imperativo que se aborde esta brecha entre la retórica política y la realidad concreta, reconociendo las fallas del pasado y adoptando una visión más audaz y orientada hacia el futuro.
No obstante, el presidente puso todas las canicas para que su partido y sus rémoras, consiguieran dos terceras partes de los diputados y senadores y lo logró.
“Hay un Plan C, que no estén pensando que ya terminó todo. Que no se vote por el bloque conservador para que siga la transformación, ni un voto a los conservadores, sí a la transformación. Ese es el Plan C, ese ya lo aplicamos en el 18, fue el pueblo el que dijo: ‘basta’, y se inició la transformación, acabar con la corrupción, que es el principal problema del país”, declaró.
“Primero, que se tenga mayoría calificada en el Congreso para que se puedan hacer reformas a la Constitución, porque la mayoría simple no permite que haya reformas a la Constitución. Actualmente, quienes están por la transformación del país tienen mayoría en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores, pero no tienen mayoría calificada, porque la mayoría calificada implica no 50% más uno, sino dos terceras partes de los votos y la Constitución solo se reforma cuando se tiene esa mayoría calificada. De 500 diputados, 300 son de mayoría y 200 plurinominal. Para poder reformar la Constitución se necesitan 334, hay que ir por los 334 en la próxima elección para poder llevar a cabo reformas constitucionales, ése es el Plan C”, explicó.
El presidente Andrés Manuel López Obrador concluirá su gobierno el día uno de octubre, un mes después de que la nueva Legislatura entre en funciones y ya dijo que por lo menos tres de sus reformas van.
¿No que no?
Agárrense que viene lo bueno.
Tiempo al tiempo.