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«Corredor del Norte», un TLC sin gringos

Mientras los canadienses esperan con ansiedad el 31 de julio, como fecha limite para decidir si Canadá y los Estados Unidos llegan a un acuerdo comercial, la administración de Trump da indicios de que ese pacto nunca llegará.

En cuestión de semanas, el primer ministro Mark Carney ha sostenido intensas reuniones con los premieres (gobernadores) de todas las provincias y con los lideres indígenas (que gobiernan algunos territorios). El objetivo es buscar mercados y proveedores domésticos para sustituir a los gringos, que al parecer quieren cerrar por completo sus puertas para doblegar al país.

Carney está buscando acuerdos comerciales alternativos con la Gran Bretaña, la Unión Europea, China e India. Su más reciente coqueteo es con la presidenta con A, Claudia Sheinbaum. En algunos medios se ha empezado a hablar de la creación del “Corredor del Norte”, un acuerdo bilateral de comercio sin contar con los Estados Unidos.

¿Pero es posible?

De parte de Canadá, que tiene el segundo territorio más grande del mundo, es un reto gigantesco fortalecer el movimiento de mercancías por vía marítima e incluso vía terrestre al interior del territorio canadiense. La realidad es que, desde siempre, el comercio ha sido dirigido a los Estados Unidos. Todas las principales ciudades se sitúan muy cerca de la frontera sur y siempre se han tenido intensos intercambios humanos y comerciales con los gringos.

La guerra arancelaria de Trump solo ha destapado una caja de pandora por estos lares; al darse cuenta de que era más fácil venderle y comprarle a los vecinos del sur que a otras provincias. Carney ya introdujo un paquete legislativo para promover la disolución de cuantas barreras internas. Un ejemplo, Alberta (rica en petróleo) ha querido incluso separarse de Canadá porque los proyectos de oleoductos para exportar su petróleo por el puerto de Vancouver no se han logrado debido a resistencias de lideres indígenas y ambientalistas de Colombia Británica. Mucho más difícil es llevarlo a los territorios del norte y sacarlo por mares cerca del Polo que por meses están congelados o superar casi 8 mil kilómetros hacia la costa este que tampoco cuenta con puertos los suficientemente grandes.

¿Y México?

En el aspecto territorial, el país azteca tendría ventaja por sus amplios litorales en el Pacifico y el Golfo de México, y un territorio relativamente mucho más angosto que Canadá. Sin embargo, por décadas las rutas que se han reforzado son las que van al norte, a los Estados Unidos. Por muchos años Querétaro se ha posicionado a nivel internacional por su ubicación en el “Nafta Highway”, al igual que el resto del país.

Sin embargo, uno de los más grandes lastres para la realización de este proyecto comercial es el control regional y sectorial del crimen organizado. El caso del aguacate es el más conocido, pero el impacto de la mafia afecta vastas áreas geográficas con el control de rutas terrestres, derechos de piso, asaltos a camiones de carga, etc.

Aunque pareciera que las viejas mañas del sistema se han ido superando, persiste el control del flujo de productos agrícolas. Hace un par de décadas casi todo lo que se comercializaba en el país tenia que pasar por la Central de Abastos de México. Al parecer ese vicio de la economía mexicana ha sido parcialmente superado, pero persisten oscuros intereses en el comercio agropecuario.

Si el gobierno federal canadiense está dialogando y negociando con las autoridades provinciales, haciendo un frente común a la guerra arancelaria americana, el gobierno mexicano lo tiene mucho más difícil. No solo no existe un diálogo entre Palacio Nacional y los gobiernos estatales, sino que no se puede (no se debe) negociar con grupos delincuenciales que de facto controlan rutas comerciales y sectores agrícolas.

El casi moribundo Tratado Trilateral de Libre Comercio de América del Norte, por ahora protege casi la mitad de las exportaciones de los tres países, pero representa casi un 70% de las exportaciones mexicanas. Una luz de esperanza podría venir de la industria automotriz (madre de la globalización y del TLC), pues las compañías americanas tienen profundos intereses financieros en los tres países y tienen mucho poder e influencia en la Casa Blanca. A ellos ya les están pegando los aranceles.

Ese tipo de posicionamiento estratégico también existe entre empresas de logística de transporte en los Estados Unidos que podrían salir beneficiados de un proyecto de comercio directo entre Canadá y México, que necesariamente -al menos al principio- tendría que atravesar el vasto territorio gringo.

¿Estaría la Casa Blanca dispuesta a ver negociar a sus socios comerciales entre sí, cuando es a ellos a quien está tratando de presionar para sacarles mayores beneficios económicos?

La viabilidad del proyecto del Corredor del Norte tendrá que ofrecer algún beneficio económico a los Estados Unidos y dar garantías de seguridad para hacerse realidad.

México tiene mucho por hacer para revertir la influencia de la delincuencia organizada y atraer masivas inversiones internacionales para abrir mercados no solo directo con Canadá sino con otras naciones en otras latitudes. 

Y el reto para todos es la velocidad para reaccionar y construir mega-proyectos de infraestructura, la apertura a gigantescas inversiones extranjeras, además de adoptar una posición muy firme contra Donald Trump y su posible costo político.

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