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Corcholatómetro: votando con el corazón

Las corcholatas retrocedieron en agosto ante un electorado genuinamente preocupado por la inseguridad y por el alza de precios.

Agosto no fue un buen mes para las corcholatas presidenciales; todas retrocedieron en el indicador de encuestas que llevamos en este espacio.

Claudia Sheinbaum bajó casi tres puntos en el corcholatómetro, Marcelo Ebrard, casi cuatro puntos, y Adán Augusto López, casi un punto. El único que casi no registró variación fue Ricardo Monreal: apenas una décima de punto. Su partido no termina de reconocerlo como corcholata, y el hecho de que su puntaje casi no cambiara en el último mes da a pensar que Monreal es el menos afectado por la suerte presidencial: el Presidente también bajó en popularidad.

A Claudia Sheinbaum es a quien el electorado más identifica con AMLO. El hashtag #EsClaudia la ubica como la opción oficialista. La semana pasada nos enteramos por una nota de El País que Sheinbaum integra al consultor Antoni Gutiérrez-Rubí, reciente asesor de Gustavo Petro en las elecciones colombianas, a su equipo de comunicación.

Mas allá de las sospechas legales, procedimentales y financieras que ya Salvador Camarena planteó muy bien en su columna hace unos días, El no estratega de la no campaña de la no candidata…, creo que vale la pena preguntarnos qué podemos esperar de ese flamante fichaje, del nuevo consiglière, para usar un término usado por otro célebre consultor político, Dick Morris, en un viejo libro de título maquiaveliano y de contenidos maquiavélicos, El nuevo príncipe.

En ese ánimo bibliófilo, creo que una manera de ir anticipando la potencial contribución de Gutiérrez-Rubí a la imagen y comunicación de la jefa de Gobierno es a través de sus libros, así que me di a la tarea de revisar uno de ellos, Gestionar las emociones políticas (Gedisa 2019, pp. 126).

En ese librito compacto pero sugerente, el consultor retoma la idea de un historiador británico de que, más que en democracia, hoy vivimos en una emocracia, un sistema donde las emociones mandan. Por ello, lo que hoy funciona en las campañas y las elecciones es la gestión de emociones. “Emocionarse y emocionar es la clave”.

Será muy interesante ver si cambian las formas de Sheinbaum, quien ha recurrido a los tacos de canasta y a su guitarra, entre otras tácticas, para tratar de conectar con el electorado, antes, claro está, de la llegada formal de su nuevo asesor.

Para emocionar, por supuesto que ayudan las palabras que emocionen, observa Gutiérrez-Rubí, pero la comunicación no verbal también importa, y en particular la risa. Según el consultor, “la risa es la aliada natural de la política emocional, la política del futuro”. Y remata: “Estoy convencido de que los tristes no ganan elecciones”.

“El rostro aporta información esencial sobre las características de una persona”, nos dice el nuevo asesor. Habrá entonces que poner más atención al rostro de la jefa de Gobierno de aquí en adelante y ver si el electorado nota algo. Podría ser algo así como darse cuenta de que la dentadura de AMLO, quien hoy sonríe con frecuencia, no es la misma que en 2006 o en 2012.

Para Gutiérrez-Rubí, “el voto ya no se piensa, se siente”. Por eso hay que llegar al corazón de los votantes”, hablándoles “con el corazón y desde el corazón”. Para gestionar las emociones, el relato propio o storytelling es fundamental: “La narración es la llave de todo. El partido (y el político) que tiene la mejor historia gana”. Vayamos tomando nota para darle seguimiento al discurso sheinbaumista, a la construcción de su propia narrativa.

Gutiérrez-Rubí concluye su libro con una afrenta a otro famoso consiglière de los años 90, James Carville, cuando el ambiente comunicacional era otro: “No es la economía, ¡son las emociones, estúpido!”. Esperemos que sí se ponga emocionante; quedan varios meses de corcholateo por delante.

Por lo pronto, las corcholatas retrocedieron ante un electorado genuinamente preocupado por la inseguridad y por el alza de precios. Como el propio Gutiérrez-Rubí señala, la ira y el enojo también son emociones. Veremos cómo las gestionan.

amoreno@elfinanciero.com.mx

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