En una homilía de la Misa diaria que celebra en la Capilla de la Casa Santa Marta, en El Vaticano, el Papa Francisco alertó sobre la seducción del escándalo y del poder de la comunicación calumniosa. El Pontífice argentino comparó la comunicación calumniosa con la persecución de los judíos en el siglo pasado, “un horror que sucede también hoy”.
Las campañas políticas que culminaron con la elección de presidente de la República y 3,415 cargos más le dan la razón al Papa. Con tanta mentira acumulada –por todos los bandos—el ciudadano está aturdido, desorientado, con ganas de venganza. Las dictaduras, de derecha o izquierda, se nutren de este caldo amargo.
¿Cuál es el proceso que “facilita” esta descomposición? Francisco lo explicó así: se comienza con una mentira y, “después de haber destruido sea una persona, sea una situación con aquella calumnia”, se juzga y se condena. Las dictaduras –continuó el Papa Bergoglio—adulteran las comunicaciones, destruyen la libre comunicación y, con ello, se llevan entre las espuelas las instituciones, la democracia, el respeto a la persona, en fin, el sistema de libertades precario que un país como el nuestro ha logrado construir.
Digo lo anterior para que estemos prevenidos. Gane quien gane hoy no podrá, bajo ningún aspecto, acomodar la expresión a sus objetivos de venganza. No podrá adulterar la comunicación, creando dos, tres, cuatro o cinco “Méxicos” distintos. Dividiendo, calumniando, enfrentando a unos con otros.
“Por ejemplo pensemos (dijo el Papa): existe una ley de los medios, de comunicación, se cancela esa ley; se entrega todo el aparato comunicativo a una empresa, a una sociedad que calumnia, que dice falsedades, debilita la vida democrática. Luego vienen los jueces a juzgar a esta institución debilitada, estas personas destruidas, condenadas, y así va adelante una dictadura. Las dictaduras, todas, han comenzado así, con adulterar la comunicación, para poner a la comunicación en las manos de una persona sin escrúpulos, de un gobierno sin escrúpulos”.
Como mexicano, pido y trabajo para que no caigamos en ese abismo. Las campañas nos dieron un empujoncito más. El escándalo seduce. Pero no construye nación. Construye monstruos.