La autonomía sindical es la base del sindicalismo democrático.
Eso dejó claro Rocío Nahle, quien ha sido propuesta para estar al frente de la Secretaría de Energía al ser tajante sobre el asunto de que si el gobierno intervendrá o no de alguna forma en las elecciones del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
“No estamos promoviendo ni apoyando a ningún aspirante en ninguna sección sindical, lo aclaro para que no se dejen sorprender los trabajadores, con algunos personajes que traten de aprovecharse”, señaló Nahle en días pasados.
Eso va a dar mucha certeza a los trabajadores petroleros que han sido convocados por improvisados pseudolíderes que, aprovechando la cresta del tsunami vinotinto, quieran imponer el fenómeno al interior de las secciones sindicales. Desde ahí se demuestra su falta de principios y vocación democrática.
Algunos trabajadores trasnochados, se dejarán convencer por el trabajo de estas personas, digamos oportunistas, a quienes la autoridad correspondiente debería investigar quiénes son, cuáles son sus verdaderas intenciones y lo más importante: ¿A quién o a quiénes representan? ¿Quiénes son los que de a deveras mueven los hilos detrás de sus revueltas? Eso sería más interesante y abriría una Caja de Pandora.
La solvencia para definir sus propias características, redactar estatutos, elegir sus cuadros directivos, fijar objetivos inmediatos y a largo plazo, decidir las medidas a emplear y ejecutarlas sin ninguna interferencia, son algunas de las manifestaciones de la autonomía.
Y la autonomía, como sabemos desde el día que dejamos la casa paterna, cuesta dinero y la independencia económica de un sindicato es fundamental para que los factores anteriormente expuestos sean una realidad.
Actualmente son pocos los sindicatos que mantienen una ideología frente a otras concepciones sindicales puramente reivindicativas y económicas. Cada quién sabrá su historia. Ningún sindicato (obreros, maestros, taxistas) está exento de alguna situación polémica.
Por eso se aplaude la declaración formal de Rocío Nahle, pues para la democracia de este país los sindicatos deben ser una muestra de ello, y dejó claro la premisa básica que ninguna organización intente de imponerse sobre la otra si queremos que se mantenga la autonomía de los sindicatos.
El respeto de los estatutos de los sindicatos, es básico en una democracia sana, quizá no sea perfecta, porque a los trabajadores les corresponde organizar, planear, ejecutar y administrar sus elecciones internas. A nadie más.
Esperemos que estas declaraciones se mantengan y no sean un resbalón más en las esperanzas puestas en la Cuarta Transformación que trastavillea en su gestación.
Las mejores condiciones para la autonomía se encuentran en la defensa “sin cuartel” de los principios democráticos de los sindicatos. Es labor de los verdaderos trabajadores que su voz sea escuchada por el bien de México.
Tiempo al tiempo.