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Margarita en su laberinto

La candidata independiente a la Presidencia de la República, Margarita Zavala, ha escupido al cielo.

En su estrategia se presenta como la verdadera retadora contra los candidatos de los partidos políticos, capaz de plantar cara al puntero de las encuestas.

En esa lógica, al registrarse como candidata ante el Instituto Nacional Electoral, anunció que renunciará al financiamiento público para su campaña.

La idea vende. Es popular y busca capitalizar el discurso antisistema que se ha incubado en la desconfianza hacia las instituciones.

Sin embargo, tiene un flanco débil: su matrimonio.

Aunque no reciba dinero público para la campaña, sigue usufructuando los beneficios de la pensión que recibe Felipe de Jesús Calderón Hinojosa como expresidente de México.

¿Se divorciará  para que no haya duda que no tiene acceso a recursos públicos e irá contra su discurso de la familia tradicional?

Ambos lances -quitar las pensiones a los expresidentes o renunciar al dinero público de campañas- son populistas, suenan bien pero no resuelven nada.

Al final resultan ser aspirinas que distraen atención de los rubros donde se fugan grandes cantidades presupuestales.

Sí, los 7 mil millones de pesos a los partidos son mucho dinero… pero son nada frente a los 500 mil millones que cuesta la corrupción o los 480 mil millones al año que implica el pago de los intereses, comisiones y abonos a capital de la deuda pública.

 

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