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«Milennialismos», ¿avance o retroceso de la lengua?

A lo largo de la historia, el hombre ha buscado comprender si la evolución de la especie tiene alguna atadura directa a la evolución de su lenguaje, expertos incluso aseguran, que la lengua tiene como característica la arbitrariedad, cualidad a través de la cual, por medio de las convenciones sociales, los signos y significados de la misma atienden directamente a la relación asentada en el común de la gente.

Sin embargo y a pesar de tanta evolución los hombres intentan remediar su esencial comunicación acuñando neologismos de todo tipo que aspiran a la precisión absoluta, pero el propio éxito de algunas palabras las populariza y devuelve al caudal común del lenguaje, donde terminan perdiendo consistencia y concreción y provocan el nacimiento de nuevos términos supuestamente exactos, y si, muchos terminan siendo adaptados y, por ende, de alguna manera adoptados, eso dependerá de si la inclusión del concepto es válida (porque denota una nueva realidad) o, por la otra vereda, si es simplemente antojadizo.

El reciente cambio de siglo trajo consigo una renovación total en muchos aspectos, con ello una marcada evolución tecnológica de la cual, la generación de los millennials, como se conoce a aquellos nacidos entre los 80`s y principios de los dos miles, se ha provisto de todas las herramientas necesarias para el ritmo de vida que ha traído consigo este huracán de cambios, situación que los ha llevado a  generar un lenguaje propio, algunos lo consideran extraño y  los más puristas hasta aberrante,  pues se valen de símbolos y abreviaturas “extrañas” para los padres y abuelos.

Atendiendo a la premisa de que, las palabras y sus significados son meras pálidas reproducciones de las actividades que realizamos, podemos denotar que los neologismos de los millennials  o “Millenialismos” como hemos intentado acuñarlos en esta redacción, son un claro ejemplo de lo anterior, y a las pruebas nos remitimos, no sin antes aclarar que la mayoría de estos provienen de un anglicismo o una adaptación del lenguaje sajón hacia el nuestro.

            A pesar de lo anterior, debemos comprender, estimado lector que dos cosas dificultan y a la vez facilitan la comprensión de este fenómeno: la internacionalización del lenguaje y la lluvia de neologismos; sin embargo, lo que dice la Real Academia de la Lengua en su diccionario cuando define neologismo como “vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua” no es necesariamente aplicable a estos nuevos códigos, es decir que el neologismo puede ser también una palabra vieja en otra lengua y nueva en la nuestra, incluso en el caso extremo de una palabra inventada ex profeso, como gas, acuñada por un médico y químico flamenco, Juan Bautista van Helmont, su inventor tuvo presentes otras voces de vieja raigambre, que en este caso fueron la palabra holandesa geest y la palabra latina chaos, por  lo que  debemos aceptar que no es este un retroceso trágico si no por lo contrario una suerte de avance hacia una lenguaje más práctico, pero si con esto no se alivia la preocupación de la degeneración de la lengua, aún tenemos bajo el guante la falta de aceptación de todos estos términos como palabras reales, aunque no estén tan lejos de serlo.

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