En apenas una semana la idea de llevar las clases al semáforo para atender a niños en situación de calle se ha contagiado.
Todo comenzó con la preocupación de Jemima Peláez Cruz, maestra de educación especial, quien acudió a dos cruceros el pasado 10 de agosto y compartió su experiencia a través de redes sociales.
La iniciativa atrajo a voluntarios que han permitido multiplicar el número de niños que reciben la atención de un docente.
—¿Cuántos niños has encontrado en este camino?
— Generalmente me pongo aquí, aquí atiendo entre cuatro y cinco niños, y en la Alameda eran seis, ese era el alcance que tenía, pero gracias a todos voluntarios que se han sumado esta tenemos previsto 120 a 150 niños a alcanzar— explica la docente.
Daniela, Juan Carlos y Marisol, de siete, seis y cuatro años atienden a las indicaciones de su clase en la intersección de Avenida Cimatario con la autopista México-Querétaro.
Su madre, Rocío, con su cuarto hijo en brazos, camina entre los automóviles para ofrecer mazapanes, chicles y cacahuates mientras dura la luz roja del ciclo del semáforo.
La luz se torna en rojo y Rocío -originaria del municipio de Amealco de Bonfil- se resguarda bajo un árbol del camellón mientras mira de reojo la sesión educativa de sus hijos con la maestra Jemima.
Los autos, motocicletas y autobuses fluyen por el arroyo vehicular. Pero eso no distrae a los tres niños que se levantan para ir a buscar semillas de un árbol que les servirá para hacer un ejercicio de matemáticas.
Este ejercicio está llegando a más niños por los voluntarios que se acercaron a Jemima al ver su publicación en redes sociales y las noticias que de ella se han publicado.
—De pronto se suman más maestros, ingenieros, fotógrafos, músicos, ilustradores, de todo tipo se sumó a la causa y de pronto ya tenía un grupo de 20 voluntarios, di dos capacitaciones ayer porque utilizamos un manual que elaboré yo para abordar lectura, escritura y matemáticas.
— O sea que ya hay más personas como tú, haciendo lo mismo en otros semáforos.
— Exactamente, estamos pensando que cada quien puede abarcar diez niños ese es el objetivo—relata Jemima al término su clase con Dani, Juan Carlos y Marisol.
Las sesiones se definen como una terapia de estimulación educativa, las cuales brindan un acercamiento a la lectura, la escritura y el pensamiento matemático.
La idea aún puede crecer más, con el método y materiales que ya se generaron. Maestros de otras ciudades ya han mostrado interés.
—¿Esto se puede escalar?
— Justo ayer en la noche me contactaron de Morelia y hoy en la mañana de la Ciudad de México, maestras, pidiendo el modelo que estamos llevando a cabo para que ellas lo puedan replicar en sus estado— relata la maestra Jemima.
Juan Carlos, sobre la banqueta del camellón lee la pregunta impresa en su cuadernillo: “Qué quiero ser de grande?”.
Con un lápiz en sus pequeñas manos, traza las letras de su respuesta: “Policía”.
Después una hora con varias s actividades, que comenzaron con la lectura de un cuento y culminaron con un “10” de calificación en su cuadernillo, llega el momento de la despedida.
La tristeza por la conclusión de la sesión escolar se zanja con la promesa de la maestra de regresar el próximo lunes.
—¿Ellos que sueños tienen?
—Ellos quieren ser maestros, quieren ser policías, creo que las barreras sociales las vemos nosotros, los adultos, ellos aún no lo sienten, entonces a mi me da mucho gusto eso, que ellos sepan que lo que se proponen lo pueden hacer; una de las actividades es ¿qué tengo que hacer para lograrlo?, y al final la palabra es “estudiar”— explica Jemima Peláez Cruz, la maestra que afirma que en el semáforo se aprende.